COMO EN EL DILUVIO

Salí a la calle en pleno aguacero. No podía quedarme más tiempo dentro de la casa ni en el corredor. Sé que esperé demasiado. Y la lluvia seguía cayendo imperturbable sobre los tejados rojizos, pesada, fría, como varillas aceradas e incesantes sobre los callejones adoquinados. La lluvia seguía cayendo sobre mi sombrero y mi chaqueta. ¿Otros cuarenta días y cuarenta noches?