A veces nos olvidamos de respirar; el ansia por la vida nos nubla la vista y no llegamos a apreciar las cosas que de verdad nos completan por dentro. Los menores gestos y esfuerzos, son los que, a la larga, marcan la diferencia. Una sonrisa, un adiós, un abrazo de bienvenida o uno que diga “no te vayas por favor”; esos, son los gestos que no valoramos al tenerlos cerca, pero llegado el momento en el que desaparecen de tu entorno estos, son los que dejan el mayor vacío. Las cálidas sonrisas y los ojos dulces que te miran cada mañana al despertar son el mayor tesoro que puedes guardar. Mantener a quien te quiera y te aprecie es una labor dura, pero ninguna labor es mejor recompensada que la del amor. Si la vida fuese un libro, cada capítulo de ella sería un despertar soleado, acompañado de una brisa suave y calor en el corazón.
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