Vinculamos el rastro
al deseo
y salimos de lo fortuito
para entrar
en el amor a un agua
que sana
desde la máxima emoción,
con el anonimato más sencillo.
Nos regalamos
la emotividad de un trance
que nos llena de gozo.
Somos en la interpretación
de una singularidad perfecta.
Te traigo, me rozas,
te brindo, soy,
y todo adquiere sentido
desde la gloria de la existencia.
Nos hemos confabulado
para que todo se entienda bien.
Escuchamos el sonido
de la vida que resurge
cada segundo, cuando puede ser,
entre sombras y luces
que iluminan.
Unamos los empeños
de preservar y crecer
en ecosistemas únicos,
que, con ellos, nos hacen excepcionales.
Hemos de entender
que todo tiene un reflejo
cuando sabemos dárselo.
En este tiempo y espacio
somos capaces de desarrollar
los conceptos más hermosos,
la más querida sintonía.
Sigamos, como consejo,
como proyección, sin más,
ese itinerario que indicará
la meta con punto y seguido
hacia la felicidad.
Nos descalzamos
y andamos hacia ese horizonte
que ahora calma.
Es una aspiración,
un todo, más.
Juan Tomás Frutos.
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