LA APUESTA
En homenaje al gran Alfred Hitchcock
Allí estaba el joven, absorto, mirando el gran ferrari rojo aparcado a las puertas del casino. ¡Vaya carro! Exclama el chico. ¿Me das fuego? Oye a su espalda.se da la vuelta y ve a un apuesto caballero, entrado en años, vestido impecable, con unos guantes negros y apoyándose en un bastón de lujo que denotaba algún tipo de cojera. El joven saca su brillante mechero click y una expléndida llama enciende el pitillo del apuesto caballero.
Bonito mechero,le exclama el viejo.
Si, me lo regalo ayer mi novia.
¿Te gusta el coche? Le pregunta el hombre.
Me encanta, le responde-
Pues si quieres puede ser tuyo, solo tienes que ganar una apuesta.
¿Qué tipo de apuesta? Le dice el chaval.
Si enciendes con tu flamante mechero diez veces seguidas, sin que falle ninguna vez, el coche es tuyo.
Pero eso es muy fácil, el mechero es nuevo, de buena marca y funciona perfectamente, exclama el mozo, pero aun así, si fallo ¿Qué pasaría?.
Si el mechero falla, te corto un dedo de la mano. El coche o el dedo, tu eliges, pero no, no me respondas ahora, piénsatelo y si quieres apostar te espero mañana aquí a esta hora. Hasta mañana.
El joven aturdido, observa como desaparece en la lejanía a bordo de su maravilloso ferrari aquel hombre desconcertante.
Esto es una locura, piensa el chico, como dando por hecho que no iba a participar en semejante juego.
A medida que pasaban las horas, le iba dando vueltas a la situación y casi sin darse cuenta empezó a probar con el mechero. Una, otra vez, siempre encendia. Estuvo toda la tarde y no le fallo ni una sola vez.
Esa noche no pudo dormir, se levantaba constantemente a probar con el mechero, no pudo pegar ni ojo.
Al día siguiente, allí estaba, a las puertas del casino, junto al ferrari rojo. Había tomado la gran decisión, iba a realizar la apuesta.
Después de una corta, pero tensa espera, le ve venir, a lo lejos, cojeando, con aire elegante, con un impecable abrigo y unos guantes oscuros.
Bien, veo que a ti también te gusta jugar. Así me gusta, le dijo con su voz firme y penetrante.
¿Dónde haremos la apuesta? Le pregunta el joven con voz temblorosa.
En mi casa, vivo a dos manzanas de aquí.
Y los dos se dirigen a casa del caballero.
Una vez dentro, pasan al salón y allí estaba, una mesa redonda con una especie de gancho en un lateral y un gran machete. Lo tenía todo preparado.
Al chico le empezó a entrar un miedo de última hora, lógico por otra parte, pero ya estaba todo decidido.
Ven, te voy a atar aquí la mano, con un dedo encima de la mesa. Si enciendes diez veces seguidas te suelto y te doy las llaves del coche. El ferrari es tuyo. Si no, ya sabes, te corto el dedo. ¿Qué dedo prefieres?
EL joven eligió su dedo meñique.
Y así, con una mano atada y en la otra el encendedor , empezó la apuesta.
Un click de mechero enciende.
Dos click enciende.
Tres click enciende.
Cuarto click una llama perfecta.
Quinto click también.
Sexto click otra poderosa llama.
Séptimo enciende.
Lo estás haciendo muy bien, solo te faltan tres intentos, tienes el coche a tu alcance, le anima con una pícara sonrisa el intrigante caballero.
Octavo click enciende.
Noveno click enciende.
Decimo click ¡Click!... ¡Click!... ¡¡¡ ZAS ¡!!... AAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH un alarido extremecedor se extiende por la habitación, un reguero de sangre en forma de chorro salpica la mesa y un trozo de falange salta al suelo.
El mechero había fallado en el último intento y el viejo le había cortado el dedo.
Lo siento chico, otra vez será, le dijo despidiéndose de él, mientras se quitaba uno de sus elegantes guantes para darle la mano y en estas, el joven observa atónito que tenía todos los dedos de la mano cortados.Y creo que mientras le veía malherido salir por la puerta, estaba adivinando a que se debía
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