Recuerdas a la amiga de la que te hable...

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Hasta hace dos meses, la rutina había invadido mi vida. En casa hacia las mismas cosas y en el trabajo no había nada nuevo. Temía que esa rutina tediosa durara demasiado, pero un buen día mi esposa me pregunto si me acordaba que me dijo que tenía una nueva compañera, sin tener ni puta idea le conteste que sí, y ella me dijo que se habían llevado muy bien y que a ver que día la traía a la casa a comer. Con el pulgar arriba y un sarcasmo disimulado le dije que era buena idea, que debería cocinarle algo, ya que obviamente mi esposa no tiene habilidades culinarias.

No pasaron más que dos días y llegue a casa escuchando una risas altas al dejar el auto en la cochera, mi hijo se hallaba jugando en la sala y en la cocina estaba mi esposa con un vestido blanco que no recordaba haberle visto en la mañana al ir a trabajar. Salude y mi esposa corrió a recibirme y me dio un beso con sabor a Merlot.

-Mira mi amor, ella es Camila. La amiga de la que te hable ¿recuerdas?

Una mujer espectacularmente hermosa se levantó a y me extendió una delicada mano con las uñas arregladas y largas, besé su mano con caballerosidad pero mi intención era escanear sus hermosas y blancas piernas, desde esas zapatillas descubiertas de ZARA, hasta perderse en ese vestido azul marino perfecto y entallado. Mis ojos subieron por su cintura pequeña u se detuvieron en ese escote fino y discreto, sus pechos no eran grandes sin embargo al juntarse en ese vestido, la hacían ver exuberante, una sonrisa emanaba de esa boquita pequeña y de sus ojos había un semblante mareado por el Merlot. Me acerque finalmente para darle un beso en su mejilla y el aroma de su fragancia me dio un escalofrío cuando se fusiono con el calor intenso de sus mejillas.

-Es un placer David, tu esposa habla maravillas de ti. –Me dijo sonriendo

Mi esposa no tardo en traer una copa y servirme un poco de vino, entre pláticas y algunas risas las dos iban dejando salir sus inhibiciones, mi hijo llego a donde estaba y me dijo que ya quería dormir, entonces le pedí a Camila que me disculpara un momento mientras lo llevaba a su recamara.

-Eres un papi muy lindo David. –Me dijo Camila con una sonrisa coqueta.

Baje después de dormir a mi hijo y ya estaban en la sala con otra botella de vino a punto de descorchar, me incorpore en la plática, nuevamente las preguntas de intimidad salieron a relucir. Transcurrieron un par de botellas más y finalmente llegó la hora de dormir.

Mi esposa me pidió llevar a Camila a la recamara de huéspedes mientras ella iba por una pijama y un par de sabanas limpias, lleve a Camila de la mano y le pedí caminar frente a mí en la escalera, ella entendió porque se le decía, descaradamente paraba el culo subiéndose un poco el vestido, dejaba ver una braga de encaje azul y unas nalgas deliciosas que con verlas una erección me vino enseguida.

Llegamos a la habitación y mi esposa terminaba de acomodar sus sabanas, dejo el pijama sobre la cama y se despidió de su amiga, me jalo de la mano y me llevo a la habitación para que le ayudara con el vestido. Nos pusimos la pijama y Salí al baño a lavarme los dientes, al pasar en la puerta de Camila, note que estaba desnuda, ella se dio cuenta de que la miraba y se ponía el pantalón de su pijama muy lento y parándome ese delicioso culo fingiendo estar de espaldas, ver su piel, su cuerpo y esas tetas pequeñas me hicieron recuperar mi erección y mejor me metí al baño a lavarme los dientes.

-Ya ni aguantaba esos zapatos. –Dijo mi esposa saliendo de la habitación.

-Ahora que lo dices amor, en la mañana no tenías ese vestido…

-Se arregló para mi David. –Dijo Camila recargándose en su puerta.

-Me la lleve a comer y le dije que se pusiera guapa para mí, también tu hijo se puso bien guapo, bueno… el esta tan guapo como el papá, así que el con cualquier cosa se ve bien.

Entre risas nos despedimos y cada quien cerró la puerta de su habitación, mi esposa con ese delicioso cachondeo que le da el vino, se me fue encima para quitarme la ropa, me besaba y me mordía con más fuerza de la que podía medir. Gemía y sollozaba diciéndome que desde hace ya un rato tenía ganas de cogerme.

Con la boca hacia arriba me deje consentir, me tendió desnudo sobre la cama mientras ella se desnudaba. Me fue besando delicioso desde mis tobillos hasta mis rodillas, luego con la lengua recorría mis piernas hasta llegar a mis huevos, la sensación de su saliva me excitaba mucho, mi verga se puso dura en segundos y sin dudarlo ella comenzó a chupármela.

En un instante me pareció escuchar un ruido pero no le tome importancia pues el placer que me provocaba la boca de mi esposa me dejaba sin pensar, luego escuche nuevamente ese ruido y mire a la puerta, estaba levemente abierta y una silueta se notaba iluminada con la luz del pasillo.

No había que pensarlo mucho, ya sabía quién estaba mirando desde la puerta y entonces quise darle un espectáculo digno de admirar, tomaba a mi esposa del cabello y la empujaba a tragar toda mi verga diciéndole preguntándole si le gustaba, diciéndole que se la comiera toda, aunque a quien se lo decía en realidad era a Camila.

Mi esposa se me monto y comenzó a cogerme delicioso, yo chupaba sus tetas y le daba nalgadas fuertes haciéndola gemir de placer, ella me dijo que quería venirse y entonces abrí sus nalgas para moverme desde abajo. Justamente frente a los ojos de Camila, me comencé a mover fuerte chocando los muslos de mi esposa y que ella viera lo delicioso que la estábamos pasando. Entre gemidos y besos alocados mi esposa fue perdiendo las fuerzas, yo me resbale y me coloque detrás de su culo, comencé a cogerla de forma anal y de perrita, con la seguridad de que mi esposa en esa posición no veía, Camila abrió un poco más la puerta, yo hacía gala de un movimiento fuerte y rápido, mi esposa solo apretaba las sabanas y de reojo miraba como Camila movía su mano en medio de sus piernas.

Nuevamente mi esposa estaba a punto de venirse, ya no pude aguantar más, entre los gemidos de mi esposa y la mirada de Camila me llene de excitación y revente dentro del culo de mi esposa. Me quede tirado sobre la espalda de mi esposa mientras la puerta se cerraba lentamente. En unos minutos mi esposa se quedó dormida y yo camine a la sala por un poco de agua porque había quedado con la boca seca. Solo tenía el pantalón de mi pijama y me senté en el sillón a recobrar el aliento pero algo sorprendió.

-Coges delicioso David.

Ahí estaba Camila, con las mejillas rojas y caminando hacia mi…

 

 

Continuara…


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