Hoy llueve de manera ininterrumpida, es un evento precioso mirar por la ventana y ver golpear las gotas de agua en la ventana. Estos tiempos atrás me comento un familiar que habían encontrado a un hombre ahorcado en el patio de su casa, el hombre tenía setenta y ocho años de edad. Ramón Acebedo así se llamaba, Ramón había perdido a un hijo en un accidente de coche hacia ya treinta años. Todo aquel episodio, de la muerte de Ramón hasta la pérdida de su hijo, abrió una brecha entre la ética y yo.
Caí enferma poco después, y estuve varias semanas metida en cama. Mi hermano Benito inmediatamente llamo al médico y este me visito, le dije que tenía tos y echaba gargajos de colores. Pero él me diagn…sí la palabra es diagnostico depresión << ¿depresión de que clase doctor?>> le pregunte. <<Depresión y punto>> me contesto y me receto dos tipos de tranquilizantes que me negué a tomar ¡que le den por culo al doctor! Razón no le faltaba al rechoncho doctor cuando me dijo que presentaba un cuadro depresivo ¡un cuadro! Cogí mucho miedo; cada vez que oía un ruidito del campo brincaba de la cama. Mi hermano a lo primero se mostro comprensivo, pero pronto perdió el entusiasmo de los primeros días, sobre todo cuando empecé a cerrar todas las puertas de las habitaciones y a decir que había hormigas grandes en el techo del cuarto de baño. Por aquel entonces trabajaba en unos grandes almacenes de reponedora, mi ausencia desato en mis colegas de trabajo una incomprensible falta de comprensión que mi hermano me comento: dicen que los pasillos se agolpan de alimentos que reponer y se sienten asfixiado por tu maldita fobia. A los pocos días después dejé el trabajo para siempre.
En la primavera de ese año vino a verme una hermana de mi padre. Yo yacía en una butaca de terciopelo y ella en una silla de madera. De manera prudente, mi padre no quiso involucrarse y mando a su ¡querida hermana! Yo miraba a esta mujer y podía oír sus conversaciones mentales a través de su fina piel de la cara. Las frases más agresivas a menudo eran: <<imposible vivir con…>>, <<nadie te quiere porque eres una fur…>>, >>eres una maniaca de mier…>>, <<siempre metida en líos por tus falsas depresiones…>>. Hablamos un rato como si tal cosa y se marcho. Todo esto me lo decía una mujer que en el pasado había tenido a una hija en la cárcel por cortarle la cara a una supuesta amiga de la infancia. Siempre igual la “reinante hipocresía”.
A medio día dejo de llover, el campo olía a gloria, la yegua suspiraba a felicidad o algo parecido a la felicidad, el verde del campo parecía más verde que de costumbre. Mi hermano llego hablando de honestidad y sexo ¡otra vez esta con lo mismo! ¡Vaya tormento! Yo ya había tomado la medicación y expresé un leve enfado, pero de inmediato se me quito y me eche a reír. No estaba dispuesta a debatir en esos momentos. El silencio a veces es un arma poderosísima y la opinión un arma inexistente.
Entramos en casa nos hicimos unos Manitou y nos pusimos a ver el programa Saber y Ganar tomándonos unos té de menta poleo.
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