El paso Manuel Rodriguez, hoy intransitable, en pasadas decadas era via obligada de quienes actuaban al margen de la ley, o bien querian un camino mas corto entre Chile y la. Argentina.
Lleno de curvas, recobecos, ondanadas y desfiladeros, no en vano era conocido como paso de la muerte. En una cerrada voltereta del monte habia un desfiladero tal que solo uno podia pasar a caballo, de modo que si se encontraban en direcciones opuestas, habia que sacrificar un animal en una maniobra muy peligrosa. Antes de girar el monte habia que disparar dos veces a modo de aviso.
Asi se encontraron Suarez, un chileno y Alvarado, un trasandino. Por la fuerte ventisca, llamada viento blanco los disparos de advertencia no se oyeron, y ahi quedaron enfrentados los dos jinetes. Suarez era un traficante, un hombre malo y llevaba una mula cargada de contravando, oro, licor, pieles finas y correspondencia. De modo que su parlamento hablo arteramente de paz: lo hecharemos a suerte, amigo, pero el otro que era tambien un rufian contesto con una rafaga de su rifle, desvancando ginete, mula y aperos de Suarez. Este, herido le suplico le perdonara la vida, cosa a la que Alvarado accedio siempre que caminara en su misma direccion ya que el desfiladero estaba muy inestable, rocas sueltas.
En el trayecto a la Argentina trabaron una rudimentaria amistad. En esos tiempos y lugares dejar a alguien con vida era algo muy generoso. Cuando lleguemos dijo uno de ellos, no importa quien, compartiremos una mujer en prueba de hermandad y trabajaremos juntos, mientras ya se divisaba algo de camino llano, lleno de esperanzas futuras
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