Era un viejo, año tras año la vida se le iba escapando. Caminaba sin descanso, no hablaba, ni reía, ni cantaba. Solo pasaba el rato pensando en mañana, en mañana cuando la espera se marchara de su lado, de su vida. Aún recordaba cuando vino. Se presentó una mañana, no había amanecido y ahí estaba, asomada a la ventana, buscándolo con la mirada.
Hola, soy yo, la espera, he venido a recordarte, a recordarte tu pasado, tu presente y tu futuro que el alzhéimer viene lento pero vendrá, te lo aseguro. No podrás esconderte entre todos tus recuerdos, se los llevara uno a uno, sin que te des cuenta. Volverás a la niñez y después será como si aún no hubieras nacido. Volverás al vientre materno. Vendrá el olvido, te llevara con él, muy lejos y no regresaras a comer ni a dormir. No sabrás quien eres, ni quien has sido. Solos el olvido y tu, fundidos en un día eterno, sin sentido.
Era un viejo, año tras año la vida se le iba escapando. Era la espera que iba a su lado recordando, porque la espera recuerda y se acuerda, de todo lo vivido, de todo lo pasado, de lo presente, de lo futuro. La espera recuerda, recuerda viejo, es tu amiga más segura. Puede ser duro pero es cierto, es preferible el dolor del recuerdo a la insensibilidad del olvido. Viejo te lo aseguro.
A mí me ha pasado una vez o dos o un ciento, no recuerdo. Lo ves viejo, ya no recuerdo.
Espera no te vayas, que te voy a contar un cuento de un niño, de un niño pequeño.
Espera no te vayas.
La espera se marchó, ya no le oía.
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