En un suspiro se me heló la sangre, se me erizó el cabello. En un suspiro vi su rostro reflejarse, mirándome, sin abrir la boca, sin decir palabras, solo mirándome sin decir nada. En un suspiro se paró el reloj, ya no avanzaban las agujas, quietas, paradas, heladas, sin ánima ni ánimo para seguir adelante. Adelante, solo es un suspiro, un suspiro de frio, un suspiro de miedo, un suspiro que no llega a ser grito, un grito sin fuerza, un grito abatido antes incluso de haber salido. En un suspiro se me heló la sangre, vi su rostro reflejarse, reflejarse en mis ventanas, en mis gafas mientras las limpiaba, en el espejo del baño, en la mesa, por todas partes. Por todas partes me miraba, me miraba por todas partes, en todos los lugares, despierto y dormido, en la ciudad y en el campo, en el cielo y en el infierno. Ya se abrieron las puertas, empezaron a salir desfilando, eran los demonios de lo oscuro que vienen, ya están llegando. No vale esconderse, ni gritar, ni estar callado. Ni siquiera miran si estas vivo o muerto, si eres feliz o desgraciado. Solo eres materia para seguir, para seguir avanzando, para poder seguir en este mundo, en este mundo que vamos dejando. En un suspiro se me heló la sangre, no lo oí llegar, estaba distraído, pensaba, pensaba que estaba haciendo frio y no había calor suficiente, tendría que hacer algo, pero, qué hacer cuando te miran unos ojos vacíos, unos ojos sin alma. Me llegó la hora. Miro el reloj y veo que las agujas ya avanzan. Otra puerta que se cierra, otra historia que se acaba. Los demonios ya se han ido, se lo han llevado todo, no han dejado ni la estufa para que me calentara. Eso sí, la casa la han dejado limpia, limpia y desinfectada. Solo molesta el espacio, este espacio tan pequeño y tan oscuro, tampoco puedo hablar con nadie, todos están dormidos, supongo que habré de acostumbrarme.
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