CLAVE 1968 OFENSIVA DEL TET EN VIETNAM.
Por Carlos Delfino
Enviado el 21/03/2018, clasificado en Drama
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En Vietnam se sigue la antigua tradición del año lunar contraria a la occidental del año solar. Así, el martes 30 de enero de 1968 se celebraba, con fiestas religiosas y familiares, la llegada del Ano Nuevo del Mono o Tet. Teniendo en cuenta la devoción por estas fiestas, las fuerzas comunistas del Viet Cong enfrentadas al ejército de Vietnam del Sur y a las fuerzas estadounidenses declararon públicamente su intención de realizar una tregua en sus operaciones de guerra, durante la semana del Tet.
Para esa ocasión, el líder Ho Chi Min, buen estudiante de historia, recordó dos episodios. El primero ocurrido en el Siglo XVIII, cuando las tropas chinas habían invadido a Vietnam y ocupaban a Hanoi. Entonces, un avispado general vietnamita declaro una tregua por las festividades del Tet, y esa noche, mientras todos celebraban, atacó sorpresivamente a los chinos y los derroto... Por qué no podría funcionar igual ahora con los estadounidenses?, se preguntó.
El segundo, episodio que recordó acaecido 1.200 años antes de Cristo, titulado El Caballo de Troya relata la forma como los griegos que acumulaban diez años intentando tomarse a Troya decidieron usar una estratagema para lograrlo. Le regalaron un inmenso caballo a sus enemigos, con un embuchado de cien guerreros en su interior. La noche en que los ingenuos troyanos metieron el caballo dentro de sus propias murallas, los griegos surgieron, como por arte de magia, del mismísimo buche del caballo regalado, les abrieron las puertas a sus compañeros ... y ahí fue Troya Reviviendo estos dos episodios, Ho Chi Min le ordenó al general Giap infiltrar en 41 ciudades del Vietnam del Sur a guerrilleros del Viet Cong, utilizando ataúdes en cambio de caballos.
Durante las tres semanas previas a las festividades del Tet, numerosos cortejos fúnebres empezaron a llegar a las ciudades. Gente joven, en edad de prestar servicio militar, acompañaba, cabizbaja y meditabunda los féretros. Los estadounidenses dedujeron que su tan publicitada operación Búsqueda y Destrucción estaba dando excelentes resultados.
Dentro de los ataúdes se acomodaban tanto los comandantes de la ofensiva comunista que debía comenzar el día del año nuevo lunar, como miles de armas y pertrechos de guerra.
A las 2:45 de la madrugada del martes 30, mientras millones de vietnamitas estaban de rumba y miles de soldados estadounidenses disfrutaban de permisos y licencias, los guerrilleros del Viet Cong, vestidos de civil, pero identificados con brazaletes y pañoletas rojas, lanzaron un sincronizado ataque en las 41 ciudades. Contribuyó a la sorpresa la confusión entre el mortífero tronar de sus armas y la detonación de voladores, triquitraques y torpedos, con los que se celebraba el Tet.
En la capital survienamita, Saigón, el desconcertante ataque se concentró sobre las más sensibles instalaciones. En el aeropuerto de Tan Son Nhut destruyeron todos los aviones estacionados. Ocuparon la residencia del Presidente, el edificio del Comando Militar Estadounidense, la emisora oficial, las estaciones de policía y los cuarteles militares. Hasta la flamante embajada de Estados Unidos inaugurada 4 meses atrás a un costo de tres millones de dólares cayó temporalmente en manos de los comunistas.
En todo Vietnam del Sur, la película se repitió durante una semana. Las aturdidas tropas aliadas, que creían estar ganando la guerra, encontraron de la noche a la mañana que la primera línea de combate se había trasladado a las calles más seguras y controladas del Viet Nam del Sur.
Decenas de miles de refugiados civiles congestionaban las carreteras intentando abandonar las grandes ciudades sembradas de francotiradores, dificultando de paso las maniobras militares de los estadounidenses y survietnamitas.
Para aumentar el caos, se extendió el desmoralizante rumor como contribución a la guerra sicológica que los guerrilleros portaban uniformes del ejército survietnamita.
El mayor impacto de la ofensiva cayó sobre los periodistas y reporteros que tenían a Saigón como base de sus servicios informativos. Qué paso? , se preguntaron, no era que íbamos ganando la guerra?
Cuando el humo de los combates se dispersó el resultado era conmovedor. En el campo de los aliados perecieron 42.000 soldados y 16.000 quedaron heridos. En el lado comunista se contabilizaron 45.000 bajas, 100.000 heridos y 7.000 prisioneros de guerra. Pero lo más cruel y doloroso se evidenció entre la población civil: 165.000 personas resultaron muertas y más de 2 millones expulsadas de sus hogares, en calidad de refugiados.
Al otro lado del mundo, los efectos conmocionaron la moral de los ciudadanos estadounidenses y demolieron la credibilidad en sus líderes. No era que estábamos a punto de ganar la guerra? , les demandaron furiosos.
Al mes, el Secretario de Defensa Mc Namara renunció (como castigo se lo nombró Presidente del Banco Mundial, donde por sus políticas económicas se ganó el mote, que en ese puesto había matado más gente que en Vietnam).
A los 2 meses el presidente Johnson comunicó que no se presentaría como candidato demócrata a la reelección. Y cinco meses más tarde, relevaron del mando al general Westmoreland, comandante de los 550.000 jóvenes soldados estadounidenses que combatían en el Vietnam, por 2 razones: por olvidar que la historia se repite y por ilusionar en vano a la opinión pública.
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