Era un calendario, colgado en la pared. Un calendario con sus días y sus meses. Doce hojas sujetas a una fotografía, de un paisaje, un árbol y un rio. Un paisaje frio con su nieve y su hielo, con su tristeza y su hastió. Era un calendario de un año pasado, de un año que marchó rápido. Solo vino a saludarme, iba de paso, solo paró un momento, hablamos del tiempo que hace y cuando quise acordar, ya estaba solo con el año entrante. Dijo de quedarse un poco más, pero sé que se irá igual, casi sin enterarme.
Así son los años, ingratos. Cuando eres pequeño, les cuesta avanzar, se paran a hablar con cualquiera y miran los escaparates. Duermen durante horas y el tiempo se para y espera, no pasa de largo como ahora. Si duermes pierdes. Otro año que ha pasado, otro año que queda colgado, sus hojas caducas, volaron. Solo queda la foto del paisaje helado, solo quedo yo y el nuevo año entrante cogido de la mano, para que no salga corriendo, para que no se escape.
Intentare que este año dure un poco más, pienso mientras miro el calendario del nuevo año que empezó ayer, hoy es junio, mañana será diciembre. Con estos cambios tan rápidos no sé qué ropa voy a ponerme. Hoy en manga corta y mañana con abrigo y paraguas.
Ayer me cortaron el pelo, mañana dejare que crezca para ocultar que ya tengo calva la cabeza.
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