Le envidio eso, sí, eso.
Por Jesús Sieiro
Enviado el 26/03/2018, clasificado en Adultos / eróticos
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Es alto y delgado como un Cristo, tiene un andar de letanía de pasos, luce melena corta y unos ojos grandes que no los abre del todo para no ofender, a veces, incluso los cubre con gafas oscuras. Habla poco, algunas dicen que ni falta que le hace, en referencia al diablo que se habla lleva entre las piernas. Las viejas le satanizan y todas las demás le buscan por eso.
Las hay que se quieren lucir sacando el brazo por la ventanilla de su viejo coche, al parecer mola ir dentro de él para que otras las miran pensando en lo peor, que presumo es lo mejor… Según se mire. Opinan, los que no cuentan, que se fantasea mucho, pero el asiento en referencia nunca va vacío.
Está reñido con el trabajo, se lo dice asimismo muy seriamente, es un problema de elevación. Vamos, que mantener cierta verticalidad requiere de un estado de gracia que el esfuerzo destruye. No es de extrañar por tanto que la cama la pongan ellas y él se quede, con las generosas propinas que algunas agradecidas le dejan… De algo tiene que vivir la criatura, no?.
Me cuenta una amiga, que un día lo vio dormido en la playa en estado dimensional y creyó en la distancia que era un velero anclado en la arena, quedó fascinada. Desde entonces vuelve al lugar y tiene, incluso ensoñaciones… La pobre.
En ocasiones le han visto hablar sólo, mecachis, se dicen, pero es que además habla, yo me pregunto si no dialogaba simplemente con su compañero de fatiga, en una relación así tiene que existir un buen rollo entre ambos, me digo comprensivo y no sin cierta envidia.
Me han contado últimamente que ya no es el mismo, va y viene buscando una hembra que tiene marido y ella los quiere a los dos, es de las que gusta viajar al infierno pero con aire acondicionado, él lo sufre porque la disfruta a destiempo, el marido que sostiene el mando y la temperatura adecuada ni se entera, al menos el pobre… No sufre.
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