Un día o un día menos

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Llevaba quince días adormecida. Parece mucho tiempo ¿verdad? Era lo que yo quería y parece ser que mis hijos también. Lo cierto es que, desde que me acostaban antes de comer, estaba más tranquila o al menos, es lo que todos pensaban y querían creer. ¿Qué es  lo que pensaba yo? Que me daba igual. Solo quería descansar. No sé hasta cuándo durará esto, lo que dure, al menos descansar y no ver discusiones cada vez que mi hija, la peque, aparecía y los demás, parecía, que le llevaban la contraria en todo.

Ha sido hoy precisamente, cuando “la peque” ha evitado uno de esos encuentros desagradables. Ella llegó a primera hora de la tarde. Me estaban dando de merendar. Hacía mucho calor y me estaba agobiando. Abrió la ventana y respiré, Cuando terminé de merendar, se acercó a darme un beso que agradecí. Necesitaba su calidez, su mano acariciando la mía, era aire fresco en mi cara. Pero, duró poco, muy poco. Cuando más relajada y tranquila estaba, apareció mi otra hija… El aire se enrareció y fue siberiano total. Tal fue así que le dijo a la peque, que no hacía falta que estuviese allí y que se fuera a descansar. Es cierto que mi hija la pequeña, había venido de trabajar, de hecho si no venía más, era porque no podía, tenía unos horarios casi incompatibles con las horas de visita y le impedía venir más. Cuando se acercó a despedirse, le pregunté: ¿Quién se queda conmigo? Tranquila, se queda, María.

 

 

 

 

 

 

 

 


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