UNA MIRADA PROFUNDA.-

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El largo corredor blanco desembocaba en un vestíbulo blanco, donde habia tres puertas blancas. La de la derecha tenía una inscripción que decía "NEUROPSIQUIATRIA" Jefe de Planta. Respiré profundamente y llamé con dos golpes secos. ¡Pase! dijo una voz clara desde el interior. Conocía bien aquella voz, puse la mano sobre el pomo y abrí....

¿Cómo empezó? Siento que en mi mente las sombras se mueven, pero la oscuridad persiste, no se dispersa. Intento concentrarme y no dudar, porquer la duda crea inseguridad y la inseguridad temor. Y yo temo desde hace demasiado tiempo. En el fondo ¿que me importa saber si con ello he de sufrir? ¿No puedo inhibirme del pasado y hasta del futuro en aras a un presente indoloro, huérfano de deseos y frustraciones? El dolor te hace poco exigente. Solo quieres que cese. Luego sí, luego deseas muchas cosas, pero cuando el dolor aprieta solo quieres que termine de una vez. Intenté fijar mi atención de nuevo. Todo empezó....

¡Cuidado! El coche giró a su antojo, sin obedecer a ninguna orden, derrapó y cayó por el acantilado. Yo, según me dijeron, salí despedido y eso me salvo la vida, ¿la vida?, ¿que vida? Ella murió. Creo que yo también.

¿El dolor? Hablabamos de dolor ¿verdad? El dolor físico es definible, pero como se define el otro, ese que es más que psiquico, más que moral, mas que humano porque carece de aquello que más caracteriza al hombre: La esperanza. No lo sé, algo sin definición es abstracto y mi padecimiento es real y concreto.

Me gustaría precisar que pasó después. Sé, así me lo contaron, que estuve ingresado en un hospital cuatro meses, hasta que mis fracturas fueron soldadas y mis heridas cicatrizaron. (Las internas siguen abiertas). Después.... no supe que hacer con mi vida, que ni me parecía vida, ni tampoco mía e intenté....

Hace tres años de todo esto y hoy van a evaluar mis progresos. Intentarám conocer si los vericuetos de mi mente han sido desbrozados convenientemente. Si razono con claridad, si ya no soy un peligro para los demás y, sobre todo, para mi mismo. Alguien dijo, creo que Albert Camus, "el hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma" y yo estoy habituado a sufrir, a veces, sin tener plena conciencia de ello. Así que poco me importa lo que puedan opinar sobre mí. Nada tengo que hacer aquí, pero tampoco tengo nada que hacer fuera.

-Siéntese, por favor. ¿Como se encuentra Sr. N.....? La pregunta procedía de la Dra. H......

Me hicieron, las conté, treinta y dos preguntas y a todas ellas contesté con serenidad y precisión (no sé cómo, pues no estaba sereno, ni había estado preciso en los últimos tres años) y llegaron a la conclusión de que era apto para incorporarme a la vida normal ¿normal? y me dieron el Alta Médica.

Ya estoy en la calle, hace sol y nadie me espera. Sin saber por qué sonrío y recuerdo aquella frase de Joseph Conrad "La vida no resiste una mirada profunda".

 

DELACH.-


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