La sátira es necesaria para el correcto funcionamiento de nuestra sociedad, pues nos ayuda a liberar tensiones acumuladas y forma parte de nuestro derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, hay unos límites que nunca se deben pasar, ya que el ejercicio de una libertad no puede anular otra, es decir, el derecho a dar mi opinión no puede atacar el derecho de los demás a la vida o a la dignidad.
La gente ignorante tiende a confundir libertad con acoso, amenazas, insultos y vejaciones, por eso hay que opinar con cabeza, siendo respetuosos, pues al fin y al cabo, la crítica inteligente y el humor meticulosamente cuidado llega más lejos que el salvaje y directo.
Los castigos pueden ser desproporcionados o no, pero es lógico pensar que las personas que superan los límites, sobre todo si lo hacen con intencionalidad política o ideológica, sean sancionados. Sin embargo, resulta llamativa la actitud que muestran ciertas personas cuando el que ha cometido el mismo delito es de otra ideología, algo que muestra la gran hipocresía con la que actúan ciertos alborotadores y sus seguidores.
Las redes sociales son una ventaja, pero también un peligro, ya que cualquiera puede decir la primera idiotez que se le ocurra, al igual que haría en un bar, sin saber que las consecuencias de lo que se publica son mayores que la de las palabras que uno pueda decir en un momento determinado.
En conclusión, debemos tener una sátira educada e inteligente para hacer reír con fundamento y sin herir en exceso sensibilidades ajenas.
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