VOLVER A EMPEZAR 2

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Nuevamente se sintió apoyado, comprendido en lo más profundo de su ser, y deseó estar junto

a Ana. Y aquel punzante sentimiento le puso en evidencia hasta que punto andaba necesitado

de ser amado. Tanto que se dice que las mujeres son las depositarias del amor, que son las que

tienen una sensibilidad más afinada que los hombres, resultaba que éstos también tienen sus

sentimientos a los que apenas se les hace caso. Y por otro lado el concepto de familia, el

matrimonio en sí no es más que una hueca convención social si no se sabe valorar al factor

humano.

Por tanto gracias a aquella positiva actitud de Ana hacia los gustos de  Rubén, cuando éste iba a

algún espectáculo se imaginaba que Ana en la distancia también lo vería, y que podrían

comentarlo juntos.

Pero aquella relación virtual no siempre era tan complaciente. Había días en los que Ana se

mostraba distante, ambigüa. Y cuando ella le decía a Rubén que había salido con unos amigos

muy  simpáticos éste no podía evitar de sentir unos  celos absurdos. ¿Acaso Ana se estaba

cansando del abogado? Incluso en uno de aquellos malos momentos en los que ella le confesó a

su amigo barcelonés que estaba divorciada porque su marido era un ludópata, y que tampoco  le

había  podido dar unos hijos, y que por tanto ahora ella vivía sola en un piso en el centro de

Málaga le dijo haciéndose la mujer fuerte:

" Mira Rubén. Estoy en una etapa de mi vida en la que estoy sola física y espiritualmente, y no

me he muerto por ello. A veces hay que aceptar el destino que nos toca vivir". 

Precisamente este mismo comentario se lo había hecho aquella malagueña que había conocido

años atrás.

"Conmigo no te hagas la dura - le respondió algo picado Rubén-. Igual como cuando tenemos

hambre y vamos en busca de comida, también es normal que cuando uno se sienta solo busque

de la manera que sea la compañía de alguien. Si nos comunicamos tú y yo es porque lo

necesitamos, y no me vengas con bobadas. En realidad la necesidad afectiva es lo que une a las

personas.

Un día, cuando en la relación virtual volvió a salir el sol Rubén se aventuró a preguntar a su

confidente si ella era aquella joven que él había conocido en Málaga, y  resultó que el abogado

había dado en la diana. Pues a decir verdad Ana hacía tiempo que lo había reconocido, mas

como era su costumbre de acuerdo con una educación un poco árabe en la que entraba el juego

de la sutil insinuación se dejó entreveer  haciendo que fuera él quien descubriera su identidad.

"Siempre has sido una mujer muy sensible, muy afectiva, y esto es lo que más me ha gustado de

tí. Pero  al principio de conocernos me tuviste mucho a raya. Casi que no me dabas confianza.

¿Es que temías que yo fuera el lobo feroz que venía a aprovecharse de tí? - quiso saber Rubén

con sarcasmo.

"Más o menos..."

Como la relación iba evolucionando a gran velocidad Rubén como en un ayer tuvo la necesidad

de volver a ver a Ana en persona, y a ser posible empezar una nueva andadura con ella. Pues

sabía que su empresa tenía una filial en aquella tierra del Sur y estaba dispuesto a cambiar de

aires. Dejar atrás su vida anterior.

Cuando comunicó a su familia su drástica decisión, a ésta le sentó a cuerno quemado. Rubén

tenía montada su vida en Barcelona, y  allí tendría que empezar de nuevo. Aquello era una

aventura incierta que  podía salir mal. Y sobre todo ¿qué pasaría con sus hijos? Apenas los vería,

y su exmujer aún los distanciaría más del calor de su padre. Además, una cosa era el deseo, y

otra la realidad que generalmente casi nunca suelen coincidir. No se podía volver al pasado por

una simple aventura mal resuelta en la juventud, porque la gente cambia constantemente.

Mas de nada sirvieron todas aquellas advertencias.

- Sí, soy un tímido, y tal vez un tonto romántico. Y es posible que me lleve un batacazo. Pero

también tengo mi orgullo que me impulsa a salir, a arriesgarme, si no quiero morirme de pena

en un rincón. La vida es un reto, y si no fuera así no habríamos ido a la luna - les dijo con

resolución Rubén a sus familiares.

Cuando Rubén volvió a ver a Ana, tras abrazarse efusivamente en el umbral de su casa, ella

le preguntó como la primera vez:

- ¿Es que no hay mujeres en tu tierra?

- Sí. Pero yo nunca he dejado de pensar en tí.

Y posteriormente volvieron a aquella playa de Palos para saborear los "espetones" y quererse

de nuevo sin reservas.

 

 


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