"Lo que nos trae la lluvia" (Capitulo 1º)
Por Casas Reales Desnudas
Enviado el 22/03/2012, clasificado en Intriga / suspense
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La lluvia comenzaba arreciar aquella oscura noche de mediados de septiembre, el limpiaparabrisas del auto no lograba deshacerse de el aguacero que le caía encima, y las dos personas que viajaban dentro del vehiculo apenas si lograban distinguir las lineas que recorrian el asfalto de la calzada, a pesar de ello, si pudieron ver aquellas luces, las cuales parecían bailotear a causa del efecto óptico que la tromba de agua producía a la vista humana.
El hombre tras parar el motor se contorsionó en el asiento delantero quedando de rodillas sobre este, atrapó la funda del trasero y la arrancó de un brusco tirón.
La pareja se dirigió corriendo hacia la casa portando aquel improvisado paraguas sobre sus cabezas, ya frente a la puerta de entrada una marquesina les protegió de la intensa lluvia. Un farolillo, que pendía del techo de esta iluminó sus rostros. Fue ella quien pulsó el llamador un par de veces al tiempo que agitaba su corta cabellera de color maíz, sacudiendo así el agua que había caído sobre ella antes de colocarse bajo la funda que portaba su compañero, luego se abrazó con ambos brazos intentando calmar aquel frío que sentía y que le provocaba una incesante tiritera.
La fuerte bajada de temperaturas de las últimas horas les había cogido desprevenidos y sus ropas no eran de lo mas adecuadas. La mujer que aun no había cumplido los cuarenta años de edad portaba unos shorts de tela vaquera y una camiseta de manga corta, ambas prendas muy ajustadas a su cuerpo realzando aquella exuberante figura, mas si cabe, al hallarse mojadas y adherirse por completo a ella. Por su parte, el hombre aproximadamente de la misma edad, tal vez con un par de años mas, llevaba unos pantalones también tejanos, y su camiseta muy ajustada, denotaba que su cuerpo había soportado largas horas de ejercicios de gimnasia , mientras que sus poderosos brazos eran un premio a su constancia con las pesas.
La puerta se abrió tras una corta espera, en el marco de entrada se recortó la figura de un hombre de edad avanzada, que sin un ápice de pelo sobre su cabeza ,quedó mirando expectante a aquella pareja de extraños que la tormenta otoñal había traído hasta su hogar.
.-Buenas noches señor, no podemos seguir conduciendo así.-Dijo el hombre señalando hacia afuera.- Nos preguntabamos si podría darnos cobijo hasta que pase la tormenta. Me llamo Juan y ella es Lucia mi esposa.
El anciano miró a aquel tipo de cabellos castaños bien recortados, luego posó su mirada sobre la mujer.
.-Entren.- Invitó, apartando su cuerpo lentamente del umbral y dejando espacio suficiente para que la pareja se colase en el vestíbulo de la vivienda. Tras ellos cerró la puerta.
.- ¿Que pasa Javier?.- Una mujer de baja estatura y aspecto frágil, apareció por el pasillo al que daba acceso la reducida estancia en que se encontraban.
.- Nada Pilar, estos jóvenes, Juan y Lucia tienen apuros con el agua y van a quedarse hasta que esto se calme.
La mujer se acercó a ellos mirando por encima de las lentes que utilizaba para leer, tendió su mano hacia la otra y cogiendola suavemente por la muñeca tiró de ella hacía el interior de la vivienda, los hombres las siguieron, y dos puertas mas allá, entraron en un espacioso salón-comedor donde el fuego de una chimenea caldeaba el ambiente.
.-Tal vez tengáis algo de calor, es que mi esposa mantiene ya pocas calorías en su cuerpo y necesita que la temperatura sea siempre un poco mas alta de lo normal.- Explicó el hombre el porque de aquel fuego encendido, aún no había entrado el otoño y tan solo hacía unas horas que los termómetros habían descendido algunos grados.
.-No se preocupe es de agradecer un poco de calor hoy .- Comentó Lucia mientras se acercaba al fuego.
.- Ahora mismo les preparo un café y busco un poco de ropa seca de mis hijos.- Se ofreció la anciana.
.- Por mi parte no se moleste, apenas si me he mojado y en unos minutos junto al fuego me habré secado.
.- Yo si se lo agradecería, estoy calada hasta los huesos.- La mujer de cabello color maíz si aceptó la propuesta de la dueña de la casa.
.- Pues yo voy a por un poco de leña.- Anunció javier, encaminándose tras su mujer hacía la puerta de salida de la estancia, que a pesar de lo sencillo de su mobiliario resultaba extremadamente acogedora.
.- Espere yo le ayudo.- Se ofreció Juan.
.- No, no es necesario, tengo la leña en un trastero dentro de casa para no tener que salir fuera. No se apure, y caliéntese mientras yo traigo algunos troncos.
La pareja salieron dejando solos a aquellos inesperados visitantes, los dos quedaron frente a la chimenea, alejando de si, ese frío que se había apoderado de ellos durante esos minutos fuera del auto, y sin el aire acondicionado de este que les deleitase.
El hombre observó las fotos que se hallaban sobre la repisa del hogar, en dos de ellas los ancianos aparecían junto a un joven de unos treinta años de edad. En la otra, el mismo joven estaba situado junto a Pilar pasando su brazo por encima de sus hombros, y una muchacha se agarraba al brazo del anciano, dejando al matrimonio en el centro de la imagen.
Lucia por su parte, había quedado atrapada en la visión de aquel acogedor fuego.
.-¿Que vamos hacer con ellos?.- Casi susurró el tipo.
.- Tenemos que acabar con ellos, no podemos dejar pistas detrás nuestro. Cuando acabemos el trabajo no pueden quedar cabos sueltos.- Respondió ella sin dejar de observar la combustión de aquellos troncos que calentaban el salón. No denotaba ningún tipo de pasión en su repuesta, muy al contrario, la frialdad de su contestación erizaba el bello de la nuca de aquel hombre avezado en este tipo de situaciones.
Observó que las fotografías debían de ser al menos de quince años atrás y que no había ninguna mas reciente, tal vez los jóvenes ya no vivieran en el país y no podían visitar a los ancianos. Se encogió de hombros. La cara de el le resultaba familiar, aunque no podía precisar porqué.
.- Es una lastima, me caen muy bien pero deben de sufrir un accidente, posiblemente el fuego de la chimenea provoque un incendio.- Seguía sin desviar su mirada de las llamas.
El otro pareció hacer caso omiso al comentario de la mujer, de repente la imagen de un joven en las selvas venezolanas vino a su mente.
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