¡DUELO DE HOMBRÍAS EN ALMORRENDAS DE MÓÑAGO! (Parte 4)

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Y así, “el Lanzapollos”, viéndose acorralado, ejecuta una serie de cacareos holocáusticos, sacándose de entre su plumaje una sarta de gallináceos que comienza a lanzar con rabia, decisión y puntería envidiables: un pollo luchador de Boiler aterriza en la cara de un espectador, el cual es desfigurado a zarpazos en pocos segundos por sus codiciados espolones; otro espectador es picoteado por una gallina gigante Faverolles, la cual llega fácilmente al cerebro a través de los ojos. Vemos a Gallinón erizarse satisfecho debido a que sus plumíferos secuaces están cumpliendo con su deber: dar el máximo espectáculo a su público, pero… ¡Oh, Poseedor de la Santa Supremacía Divina! ¡¿Qué están viendo mis malditos ojos?! ¡Qué sorpresa! ¡Rusticazo Machacón ha saltado desde las cuerdas encima de Gallinón Crestana, no pudiendo éste último reaccionar! Ahora lo tiene fuertemente agarrado por la nuca y parece que está decidido a finiquitar el combate cortándole la garganta con una de sus armas secretas… Efectivamente, niñas y niños: Machacón se despoja de un pincho de unos veinticinco centímetros de una oreja y apunta al occipucio de Crestana; éste intenta librarse de su oponente ensanchando la obertura cloacal para poner un huevo pútrido del que sólo se sirve en delicadas situaciones de emergencia… ¡Oh, Dios! Tiene cierta dificultad para extraerlo; no me extraña: parece que se le ha quedado a medio camino… debe ser de dos yemas… ¡Eso debe doler mucho, señoras y señores! ¡Roguemos por él! ¡Que San Esfinterio del Relaje, el santo más rezado en este pueblo, proyecte rayos celestiales para protegerlo! Ahora, la mirada del público es de entera estupefacción, está horrorizado de placer. ¡Crestana empieza a debatirse entre la vida y la muerte! Por una parte, su acérrimo enemigo está a punto de pincharle irrevocablemente y, por otra, su músculo anal está sucumbiendo ante tal desmesurado huevón… ¿Podrá nuestro ídolo librarse de tan peligrosa situación? Parece que no: Machacón, con los ojos en blanco por el éxtasis que le provocaría una inminente victoria, le inserta el pincho en un costado del cuello, saliéndole por el otro. Gallinón, por su parte, cloquea de dolor y va perdiendo fuerzas lentamente hasta no oponer resistencia mientras su cuello va irrigando con su plasma purpúreo todo lo que hay alrededor. Los partidarios de “el Lanzapollos” tiemblan despavoridos... ¿Será ésta su última lucha patibularia y sangrienta? Pero, ¿qué ven mis ojos? ¡No es posible! Parece que Gallinón se recupera ante tanta desdicha… ¡Increíble! Ahora nuestro diplumado por la Universidad Complumense emprende una ardua expulsión oval: al final de su aparato digestivo puede vislumbrarse la puntita de tan temida y cuasi redondeada arma. Su enemigo, desconcertado, no cree lo que está sucediendo: ¡el huevo está surgiendo de las entrañas de su creador! Parte de su público, aplaudiéndole, le dedica una calurosa “ovalción” a su esfuerzo. Aunque, Machacón, contrario a ese sentir, más bien preso de un ataque de pánico, se retira al centro del ring alejándose de su contrincante. De inmediato, Gallinón, con el orificio ávidamente recuperado, recoge con refinada elegancia su arma de corrosión masiva y se dirige al centro del cuadrilátero. Rusticazo pide clemencia ante tal amenaza, pero Gallinón alejado de cualquier filantropía, apunta al macarra y le lanza el proyectil en plena boca. El impacto es inconmensurable: los fluidos corrosivos del avinagrado artefacto empiezan a deshacer al instante el rostro del quinqui maligno. ¡Gallinón se jacta de tal acierto desplegando su brillante plumaje como un pavo real! ¡Oh! ¡Una parte del fluido ha caído en un sector del público! Pero, tranquilos… ¡éste se relame de complacencia ante tales quemaduras! Algunos van vomitando trozos de sus lenguas desmenuzadas, pero eso poco importa: zamparse una parte del huevo de su ídolo les gratifica por completo, aunque ahora sus tráqueas vayan descomponiéndose también. Por su parte, Rusticazo, maldiciendo a su enemigo al mismo tiempo que cubriéndose con impotencia la cara con las manos, va apreciando como ésta va cayendo a pedazos sin poder evitarlo, su reacción no se hace esperar: calavera pura, arremete contra Gallinón con un puñetazo repentino y colosal que le hace perder a éste la mitad de sus acicaladas plumas. Gallinón no da crédito ante esta ingente pérdida de penachos, está disminuyendo parte de su identidad... ¡debe remediarlo! Pero el maleante vengativo de Rusticazo le adjudica ahora otro guantazo meteórico: ahora Gallinón ha perdido totalmente su plumaje convirtiéndose en objeto de mofa por parte del público contrario, aunque, por parte de sus admiradores, las plumas caídas fuera del terreno cuadrangular son besadas con franca devoción y atesoradas en los tanguitas con la esperanza de que les traiga suerte. Pe… pero, ¿qué sucede ahora en el frenético auditorio? La gente dirige sus miradas hacia un lado del ring... ¡Vaya! ¡El árbitro sigue vivo! Está echado a un lado del ring entre toda clase de basura que le han ido tirando. La verdad es que ya le dábamos por desaparecido... Y ahora, en un alarde de autoestima, aunque sin ningún miembro disponible, se desplaza mordiendo la moqueta repetidas veces... Pero, ¿cuál es su propósito? ¿Hacia dónde se dirige..? ¡Se… se está encaminando hacia la campanilla del ring! Lógicamente, su prioridad profesional es dar la señal para que empiece el combate: tengamos en cuenta que, técnicamente, todavía no ha empezado… Pero Rusticazo, percatándose de que el árbitro se encamina dolorosamente hacia la campanilla decide intervenir, suponemos, para que cese el sufrimiento de éste. Sí, señoras y señores... ¡Todavía queda algo de humanidad en tan cruento sicario! ¡La compasión por su igual es tan intensa que libera un reluciente destornillador de su sobaco y se lo inserta en la frente repetidas veces a fin y objeto de complacer el cesar del sufrimiento ajeno! Como consecuencia de ello, los humores cerebrales del árbitro van esparciéndose a presión mientras los asistentes derrochan enloquecimiento; el espectáculo está llegando a las expectativas deseadas. Ahora el mediador, supeditado a las brechas descarnadas que le está asestando tal hábil asesino, intenta defenderse golpeándole con los muñones ensangrentados; uno de los golpes perpetrado con un hueso agudo saliente impacta en toda la piñata del agresor: sus dientes van saltando a borbotones a medida que el ímpetu del amputado mediador va tomando consistencia y, con un giro sobrenatural sobre sus propios bultos, se yergue y, encaminándose hacia Gallinón con el rostro totalmente distorsionado, deja al quinqui “Mataputas” destrozado en el suelo convertido en una agónica calavera desdentada. El luchador Crestana no da crédito a lo que ve: ahora el auditorio entero, inclusive parte del público que tanto le apoyaba hasta ahora, aúlla en su contra anhelante de todo mal, deseándole una expiración flemática y extremadamente atormentada a manos del árbitro semidescuartizado... Niños y niñas, contemos con esta insólita expectación: ¡un federado muñonizado desafiando a muerte al segundo luchador prácticamente indestructible después de destrozar al primero! Recemos por él... ¡Oh, Santos Devotos de la Hostianza Benemérita! ¡Oh, Gran Creador de la Venganza Muñonesca! ¡Haced de este pobre pero ferviente intermediario del equilibrio competitivo un potente represaliador capaz de acabar con Gallinón, bastardo del Anticristo! 


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