Vengo a darte las gracias

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El colegio era de los más especializados en ingeniería, pero Clark era una chica que apenas lograba sacar calificaciones medias, a pesar de que ponía todo su empeño.

Debiste de haber escogido otra carrera, era la frase que le decía su madre, y después su padre completaba el sermón, debes de continuar la línea de la familia, todos han sido constructores.

Clark debía tomar clases extras con un experto en materiales, tenía que empezar a preparar su tesis, el maestro era uno de los mejores elementos del colegio de ingenieros.

Llegó a su clase muy a tiempo, vestía un vestido floreado que dibujaba su muy proporcionada silueta, a más de que por su escote asomaba parte sus pechos, la suficiente para invitar a cualquiera a soñar; entró al salón y vio a Ruiz en silla de ruedas.

Ella quedó muy impresionada con su forma de hablar y de expresarse, en efecto era muy inteligente; cuándo estaban juntos él se sentía entre nubes, nunca había tenido la atención de una mujer tan bella por tanto tiempo, no desde su accidente.

Tuvieron varias sesiones de trabajo, Clark nunca preguntaba que le había pasado. Un día trabajaron en casa de él, la invitó a cenar, y estando en la sobremesa, él mencionó que quedó atrapado bajo escombros, que lo operaron, que debía de caminar, pero como la rehabilitación era muy dolorosa todavía no podía, mencionó que hacía ejercicios, pero que iba despacio.

Trabajaron hasta la madrugada, Ruiz le ofreció la alcoba de huéspedes para que descansara, y si, ella lo necesitaba. Medio dormida se empezó a desvestir, sin notar que su maestro aún estaba ahí, se quedó en pantaletas y se acostó sin taparse, él se acercó y la cubrió, pero antes la contempló  desde los pies hasta el cabello, ahí podía darse cuenta de que su perfume no era otra cosa que el olor de su parte íntima que decía voltea; aunque estaba de lado él podía ver perfectamente cómo se dibujaban los labios debajo del encaje de su ropa interior; él vio su pene pero estaba dormido,  recordó las palabras del médico –mientras no haga sus ejercicios no tendrá erecciones− decidió irse a su dormitorio.

Apenas iban a ser las seis de la mañana cuando Clark despertó unos gritos, asustada se levantó y decidió ver qué pasaba, se fue guiando por el ruido y llegó a un cuarto pequeño, se dio cuenta que Ruiz estaba en el jacuzzi y por lo que veía, le dolían las piernas, ella sin pensarlo se mete con él diciendo −déjame ayudarte−.

Ruiz se sorprendió al verla, usaba solo sus pantis de encaje que él ya conocía,  reaccionando le dijo, −sal no quiero que me veas así−. Ella con voz queda le dijo, pienso ayudarte aunque no quieras, le tomó las mano y se la puso en sus pechos diciendo –siente, piensa en esto y no en tus piernas−.

No se pudo negar, cómo si el la deseaba tanto, Ruiz se desconectó de la realidad, ella le movía sus piernas y él no se quejaba, pero notó que sus manos las movía como si con ellas saboreara sus pechos. Después del jacuzzi seguían las barras ahí debía de intentar apoyarse y caminar.

Él no quería seguir, le resultaba muy doloroso,  ella lo ayudó a pararse, se podía sostener con los brazos, pero no hacía intentos por caminar; Clark se colocó detrás de él, lo abrazó por la espalda y usando sus piernas, movía las de él para que diera pequeños pasos, iba avanzando, pero a él  solo  le importaba sentir sus pechos suaves y tibios en la espalda, era lo mejor; ya para terminar Clark le dice –mañana vengo a la misma hora para ayudarte−, él no supo que decir.

Así se pasaron varias semanas, un día ella notó que ya hacía intentos por caminar, así que se quitó de su espalda y se puso delante de él, muy cerca, presionando sus pechos contra el suyo y le dijo, te gusta esta sensación, él no quería evidenciarse y prefirió callar, ella continuó, si te gusta vas a tener que acercarte y se separó, solo unos centímetros, él con esfuerzo volvió a pegarse a ella, ella hacía su movimiento y él el suyo, al final de la línea él se quedó pegado a ella y le dijo –me gustas−, ella notó que el pene que siempre dormía se estaba despertando, se besaron suavemente y de repente él se soltó de las barras y la abrazó, para continuar con ese cálido beso.

Sabes dijo él, el médico quiere que deje la silla, voy a usar un bastón; las sesiones en el pequeño cuarto se habían terminado, las cambiaron por caminatas, Clark lo acompañaba siempre, no podía separarse de él.

Por fin ella terminó la tesis y la carrera, estaba feliz, pero le preocupaba no ver más a Ruiz. Una noche Clark fue a visitarlo y le dijo − vengo a darte las gracias−, él sentía que ella lo  había ayudado más, no supo que decir, solo la oyó susurrar, sígueme.

Lo llevó al cuarto de huéspedes, lo sentó en la cama y  se empezó a desvestir, se quedó en ropa interior y le dijo –gracias−; él no dijo nada, solo se levantó para terminar de desvestirla, rozar su piel era la mejor sensación, la abrazó, no quería moverse, ella sin soltarse lo empezó a desvestir y pudo notar, que su pene había despertado.

El la besó suavemente, el cuello, los pechos, la tomó de las hombros y le dio media vuelta, besó su espalda y sentándose en la cama siguió besando sus glúteos, la inclinó para adelante y saboreó su labios que estaban muy húmedos, metió la lengua en su vagina invitándola a abrirse más, ella respondió a esa muda invitación, él tenía una erección completa, la atrajo con ambas manos, la sentó sobre su verga, no decían nada, solo se sentían y se disfrutaban, él le buscó el clítoris con un dedo y fue demasiado para ella, empezó a remolinearse sobre él haciendo que se viniera; ella no quería bajarse y él no la quería soltar.

Se recostaron en la cama, abrazados muy cerca uno del otro, ella le susurra –te quiero− y él abrazándola más fuerte le dice –casémonos, quiero tenerte siempre conmigo−,  ella lo besó y él supo que ya no se iría.

 


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