El placer sexual está en casa.

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Todo hombre mantiene oculto el morbo como si fuese algo prohibido que sólo puede verse en alguna película porno, olvidándose que la atracción sexual y belleza de su esposa los llevo a la pasion, donde ella se entregó sin dudar ni cuestionar sus deseos de sentirse atractiva, deseada y dispuesta a dejarse llevar por la lujuria  Que la hacían descubrir su cuerpo.

La confianza para aceptar que todo hombre siente de manera más intensa el deseo sexual debe compartiras con su pareja, darse la oportunidad para demostrarle y confesarse que ella es todo. No solo con quien has elegido compartir tu vida, sino que también los morbos y sadismos que ella despierta.

El camino a recorrer es largo y todo se dará a su debido momento, en nuestro caso, hacer el amor era una aventura sexual privada donde entrábamos en un mundo paralelo donde sólo vivíamos los dos. Lo mejor fue salir de casa para vivir esa complicidad de las primeras caricias, que después fueron proponerle hacer realidad los morbos y sadismos que estaban latiendo en mis fantasías sexuales. Confesarle que ella era la mujer con quien deseaba descubrir los placeres secretos de hacer el amor sin limites.

Fue así que juntos fuimos construyendo una vida paralela en secreto, una como pareja y otra como hombre y mujer donde el juego de los roles y formas de gozo sexual nos permitió descubrir que éramos distintos y la confianza el medio para conocernos como macho y hembra. Siempre con ternura y delicadeza le dije que deseaba hacer realidad mis morbos más ocultos con ella. Toda mujer que ha formado una familia sabe que el dolor forma parte de sentirse realizada. Pero no todos los hombres saben que el dolor es parte del placer sexual que la hacen sentirse hembra.

El milagro de transformar el dolor en placer, de enseñarle a descubrir que todo su cuerpo es sensible a los besos y caricias y que el mayor placer sexual que puede hacer sentir a su hombre es, entregarse por deseo al unico que despertará las fantasías femeninas que toda mujer también mantiene oculta. Se nos enseñó que el sexo es malo y prohibido. MENTIRA.

Con respeto, confianza, valoración por lo que nos regala, y sobre todo saber que ella necesita de sus tiempos para convertirse en esa hembra sumisa que a su tiempo transformará el morbo y sadismo en lo más puro que pueda entregar a su hombre.

La delicadeza para llevarla a gozar del sexo anal, fue la primera proposición «deshonesta» que le hice, porque ella despertaba mi brutalidad de hombre, la primera vez fue en un motel con un gran espejo en la pared. Recostados mirándonos en el espejo, apoyo su espalda a mi cuerpo. tomo con su mano mi miembro duro por la excitación y lo llevo a su botón anal virgen.

Despacito que me duele, me dijo. Ver en su rostro de niña inocente reflejado el dolor y sensación de que estaba siendo partida me excito como nunca antes,. Despacito, así metelo me decía, moviéndose a medida que el dolor dejaba paso a gozar del dolor placentero de sentir como sus paredes anales se dilataban a medida que ella se apegaba a mi pecho, ambos estábamos mojados por el sudor, ver su rostro reflejando en el espejo y como transformaba mi brutalidad en placer que la hacia sentirse deseada como hembra, fue algo que se mantiene vivo en mi mente.

Que rico, metelo todo, así, Muévete. Son las primeras palabras de mi mujer transformada en mi putita sumisa. 

Desde ese momento, liberamos la pasión sin limites, donde como hembra ella transformó nuestra lujuria sexual en una nueva forma de hacer el amor. Juntos descubrimos que el orgasmo anal y vaginal son distintos pero igual de intensos, el semen caliente quemando sus entrañas vaginales y anales la hicieron aceptar su rol como hembra.

La confianza para permitir compartir nuestros morbos como pareja, nos permitió gozar de nuestra más íntimo secreto, yo ser un hombre dominante y ella una mujer sumisa.

Ese primer paso dio lugar a mi primer regalo. Un juguete de látex, un dildo, un pene que nos llevó al placer de la doble penetración.

Espero su opinión para contarles el camino del placer sexual extremo que hemos descubierto

 

 


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