Leticia y Benita. 10

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Pasaron dos años y había ocurrido un montón de cosas; Benito tenía pareja, pese a su timidez, la yegua se había recuperado completamente y Benita había decidido poner fin a sus días.

En los dos años transcurridos se produjeron un sinnúmero de episodios. Benita reflexiono acerca del suicidio y determino que quería poner fin a su existencia, pero antes quería hacer o tener unas cuantas experiencias. Para llevar a cabo todo lo que tenía en mente, tuvo que trabajar y conseguir un poco de dinero. Consiguió entrar a trabajar en Enlatal (una empresa de conservas (latas de atún, caballa, sardinas, mejillones, etcétera). En la empresa Enlatal solamente había mujeres trabajando, menos el encargado que era un hombre. El trabajo consistía en limpiar y enlatar el producto. Cuando Benita empezó a trabajar en el almacén grande de Enlatal, quedó impresionada al ver cien mujeres de pie limpiando pescado. A lo primero le parecía un mundo, todo le parecía raro; el olor, el silencio de las trabajadoras, el ruido de las maquinas, incluso el encargado. <<Que pinta este hombre aquí, rodeado de mujeres>> se decía así misma Benita. El caso es que, Benita tenía pensado trabajar unos tres meses y luego dejarlo. Lo que no sabía Benita era que, no se lo iban a poner fácil, ya de entrada su condición de asocial y distante, era una dificultad. Se acoplo bien, haciendo de tripas corazón, como se suele decir, tuvo que esforzarse muy mucho, para no perder la puñetera cabeza. El turno de trabajo que tenia Benita era de 10:00 de la mañana a 16:00 de la tarde. Era un gran horario para ella, ya que ella se levantaba a las 3:00 de la mañana y se acostaba a las 18:00 de la tarde. Una mañana llego al trabajo y se llevó una bronca monumental del encargado, alegando éste que había llegado cinco minutos tarde. Benita no dijo palabra alguna, agachó la cabeza y se puso a trabajar. Cuando llegó la hora del bocadillo, algunas compañeras manifestaron a Benita su mal estar con el encargado, Benita no quería entrar en habladurías y se mantuvo al margen, asintiendo con la cabeza y soltando algún si y algún no.Al día siguiente, mientras Benita permanecía en su sitio trabajando, sintió dos manotazos en la espalda.

 -Que pasa señorita, parece que hoy has llegado a tu hora ¿no? –Dijo con un sarcasmo mal disimulado.

-ju, juuu –Emitió Benita un sonido apenas audible.

Eso hizo que los demonios se apoderasen del rostro de Benita, poniéndosele la cara al rojo vivo. El encargado se llamaba Joaquino, aunque la gente le llamaba Quin. Este hombre era de estatura baja, de hombros anchos, de cara colorada y cejas grandes como pilares de hormigón. Joaquino tenía una falsa impresión de Benita por su manera de vestir y de comportase. Lo que no sabía este hombre cansino, es que Benita era esquizofrénica y de un momento a otro, la podía liar en grande, con uno de sus colosales brotes. El caso es que, Joaquino la tomó con Benita, haciéndole bromas de mano y soltando algún chascarrillo fuera de lugar y con mala fe. Un día se encontraba Benita a la hora del bocadillo sentada fuera del almacén comiéndose una manzana y un puñado de frutos secos, cuando el encargado salió a donde estaban todas las chicas disfrutando de la media hora de descanso. A diez metros de distancia, se puso a mear este chiflado, a la vista de todas ellas, cuando sucedió lo impensable, cuando terminó de mear se dirigió a donde estaba Benita y con las manos de haber meado le toco la frente y el pelo.

-¿Que hace hombre? ¡Tú eres tonto o qué! sabía que eras un sucio indecente y despreciable guarro, por tú constitución sudorosa y fea ¡Dios santo…qué haces! Eso no lo hagas más, cerdo de mierda –Dijo siniestramente Benita, con la cara desencajada, sin podérselo creer, fuera de sí.

Joaquino no dijo palabra alguna. Su cara era un poema, cuando comenzó irritantemente a azulear su cara de bochorno. Benita indignada volvió a la carga.

 -Tienes idea de lo estúpido que pareces cuando te pones hacer bromas de esa índole –joaquino quiso intervenir pero ella no lo dejó – ¡Cállese, cállese, jodida garrapata! no puedes hacer o decir ese tipo de cosas…completo degenerado…ya tu cara es una chorrada, para que vengas con esa falta de cultura ¡inculto de los cojones! Cállese –Otra vez quería interrumpir- ¡cállese de una maldita vez, jodido rechoncho! es la primera y última vez que me haces una broma de estas características, ya sea con tus manos empercudida o con tu sucia boca, pajarraco de mierda –Joaquino soltó una risa extraña –No se ría, no se ría…cejizuño tonto, tienes que admitirlo, pones los pelos de punta cuando abres tu sucia boca ¡zamarro, lerdo, simple! ¡Cómo se puede ser tan tonto de remate! –Dijo Benita fuera sí, sorprendiendo a todas las mujeres presente allí en la zona en donde se tomaban media hora de descanso.

El encargado se fue sin saber lo que le pasaba, eso nunca le había pasado. Por norma, jamás hacía caso de lo que le dijeran…sobre todo si eran mujeres.                                                                                                                        


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