Benita ya se disponía a poner en marcha el Mp3 y salir andado a su casa, que estaba a unos cuatro kilómetros, cuando se acerco una chica de unos veinticuatro años con unas piernas imponentes, llevaba un pantalón vaquero negro con el talle alto, una camiseta azul clara ceñida a la piel, se notaba que estaba fuerte, tenía el cabello recogido en una cola tirante, tenía un lunar negro así de grande, ese lunar la hacía aun más atractiva ¿Cómo es posible que un lunar tenga tanto efecto? ¿Cómo es posible? ¡Ay que lunar! Se acerco y dijo:
-Hola, que pasa paya ¿te ocurre algo? te veo muy desplazada –Dijo con decisión.
-Oh, nada, nada. Gracias por tu interés. Gracias de verdad –Contestó Benita, correcta.
Estaba claro que la muchacha era gitana. Una gitana distinguida apuesta, con carácter. Cuando hablaba no podía quitar la vista de sus labios, los movía con tanto arte que, no te enterabas de lo que decía, era hipnotizador. Su silueta te imbuía al paraíso.
-Tú eres la nueva ¿no?...eres la que lleva unas dos semanas aquí trabajando ¿no es así? Ya todo el mundo te conoce, aunque tengo la sensación de que tú no conoces a nadie. Vera, yo no quiero interferir en tus asuntos paya, pero me gustó mucho la reacción que tuviste con la sabandija del encargado, aunque a otras muchas no le hacha gustado un pelo tu descaro, paro a mi si me gusto paya, a mi si, a mi me encanto –Dijo la gitana con la espalda resta y el cuello estirado.
-¿Cómo te llamas? Parece muy simpática. Yo me llamo Benita Martin, es un placer conocerte –Dijo Benita dándole una calada al cigarrillo.
-Me llamo Carmen, al menos, eso es lo que dicen mis padres –Contestó sonriendo. Una sonrisa que deslumbraba y te hacía pequeñito, ese color de cara deliciosa y esa boca grande y ancha, daba luz al lugar más oscuro del mundo ¡ay que boca! ¡Señor, señor!
-Mira Carmen, no suelo tener largas conversaciones con nadie, pero agradezco tu interés y tu condescendencia eres mu…
- Tu –Carmen le cortó en seco- condes…qué –Dijo arrugando la frente. Hasta eso le quedaba bien, le hacía todavía más imponente.
-Nada mujer, me refiero que me tratas con afecto y cariño, perdona Carmen si lo has entendido malamente –Dijo serenamente Benita, que parecía que todos sus males se le habían ido de inmediato.
-Ah, vale, vale. No tenía ni la más remota idea de que esa palabra existiera, conseden…
-Condescendencia Carmen, condescendencia…no quiero parecer pedante, pero significa amabilidad, empatía. Aunque muchas personas la utilizan en un sentido negativo, de superioridad hacía otra persona –Dijo Benita con confianza- ¿Quieres una –Prosiguió Benita- manzana, Carmen? Tengo unas cuantas.
-No quiero paya, o si no, no como, y después cualquiera escucha a mi novio. Bueno chica, cambiando de tema ¿Qué haces aquí sentada? –Pregunto Carmen.
-Ha desaparecido mi bicicleta con la que voy y vengo al trabajo, me disponía a caminar hacía mi casa – Contestó como si no hubiera pasado nada.
-¿Queda muy lejos tu casa? ¿Dónde vives? –Pregunto Carmen.
-A cuatro kilómetros más o menos de aquí. En la carretera Las Palmeras.
Ah, vale perfecto. ¿En esa carretera, no hay un bar llamado “Sin Tonterías”?.
-Exacto, si, si. Es un bar en donde únicamente sirven un plato de grandes dimensiones con; patatas fritas, huevos fritos, chuletas fritas y, un vino con alta graduación que hacen los propietarios, que te pone como una moto. Ah, perdona, y también sirven si se te apetece agua del grifo. De ahí el nombre “Sin Tonterías” –Dijo Benita, con gracia.
-Ah ¡Mira! ¡Mira! que originales –Dijo con socarronería-. Venga Benita, paya, que te acerco en un pis-pás. ¿Cómo te vas a ir andando después de haber trabajado todo el santísimo día? Venga mujer, que te llevo en mi coche Fiat en un momento –Dijo en un tono superluminal (esta palabra “superluminal” no existe en el diccionario, pero define muy bien la brillosa y deslumbrante cara de Carmen).
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