Leticia y Benita 12

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Así que se montaron en el coche y emprendieron el pequeño trayecto hacia la casa de Benita. El coche era un Fiat Stilo negro del 2007 en muy buen estado, tenia los asientos forrado de cuero color beis claro, junto con el techo interior, encima del salpicadero justo encima del airbag había una estampa de Jesucristo que lo cubría todo, en unas rejillas que hay en la zona de la radio, ahí tenia don ambientadores que olía a jazmín (daba la sensación que estaban en el profundo bosque). Carmen conducía, Benita observaba perpleja, hacía cuatro años que no se montaba en un vehículo a motor, en el último vehículo a motor que se montó fue en un autobús blanco y azul de Damas, cuando fue a recoger el titulo de educación infantil en la ciudad de Huelva. Carmen tenía un pendrive introducido en la radio, mientras conducía iba pasando de canción con el dedo índice, en absoluto silencio, concentrada en lo que estaba haciendo, Benita observando con los ojillos en movimientos, parecía un camaleón en una rama verde de la marisma, cuando comenzó a sonar una canción que decía:

Sentada en la calle sin tene na que ace

esperando a que vuelva, que pase otra ve

derrepente aparece con sus primo Juan

viene cantando fiesta, le hacemos el compa

juerga empieza a ronear, la niña de la trenza

ya esta colorá…ay ayyy como ronea como ronea

delante el novio pa que la vea.

Mientras sonaba la música, Benita le iba indicando a Carmen por donde tenía que coger para llegar a su casa. Ya habían entrado en la carretera “Las Palmeras”. El aire entraba en el coche, había calor, el campo estaba de un verde delicioso, las flores tenían un color que alegraba la vista, el horizonte estaba lustroso, era una gloria coger aire en esos momentos, la música seguía sonado:

Ay que wapa viene y así sabe que la mira

sa puesto el vestio que ya sabe que le gusta

lleva ella en el pelo 4 florecillas blancas

la tiene lokita el niño de sus entrañas

como ronea como ronea delante el novio

pa que la vea.

Cuando llegaron a la cancela de la casa de Benita, la yegua corría detrás da la alambrada de la casa, resoplando, bufando, pataleando, alegrándose de ver a Benita, que tanto la había cuidado ¿Cómo no la iba a querer? Si la cogió en una cuneta, en una carretera apenas transitable ¡ay Dios mío…ayyy! Toda en carne viva, nadie creía que sobreviviría e incluso Benita era pesimista a que la yegua sobrevivirá, cuanta fatiguita, cuantos dolores ¡con la carita como la pared! Ahí tirada en las sabanas sin poderse levantar, con la piel abrasada… ¿Cómo no se iba a alegrar al ver a la persona que la cuido? Qué inteligencia mas grande, la de los animales, cuanta percepción, cuanta honestidad, cuantos sentimientos…la yegua “Leti” se revolcaba en la tierra presumiendo, a ver a la persona que la cuido y la mimó ¡Cuánto amor!

Benita le dio las gracias a Carmen, como no podía ser de otra manera, de haberla acercado a su casa. A demás, Carmen, la acerco sin ninguna obligación, gustosa de haberlo hecho.

-Oye Benita, sabes que, mañana sábado, el horario de trabajo es de 10:00 de la mañana a 14:00 de la tarde y el domingo no se trabaja –dijo Carmen, desde la ventanilla del coche.

-Ya lo sabía Carmen ¡gracias mujer! ¡Que simpática eres joder! –Siguió diciendo- Me ha gustado el viaje, que buena música pones en tu coche –Dijo agradecida.

-Son Las Chuches, cuando quieras, te dejo música gitana de la buena  – Dijo, refiriéndose al nombre del grupo que había sonado en su coche Fiat Stilo.

Benita de nuevo le agradeció todo lo que había hecho por ella y se despidieron. <<Mañana nos vemos en el trabajo>> se habían dicho. Benita deseosa de entrar en casa y abrir el mueble del cuarto de baño (igual que Annie Wilkes, la enfermera sicópata que torturó y vejó al escritor Paul sheldon, en la novela Misery (Stephen King). Annie también tenía los medicamentos en el mueble del cuarto de baño) de su habitación para coger una Quetiapina y tomársela.   


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