LOS VIEJOS AMIGOS 1
Por franciscomiralles
Enviado el 06/05/2018, clasificado en Cuentos
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A mediados de los años 90 a consecuencia de una grave crisis económica que afectó
especialmente a la industria textil, Ramón Vilalta que era un hombre decincuenta años tras
haber trabajado durante años de representante en una empresa de Confección al hacer ésta
una drástica reducción de personal para reducir gastos, él fue de los primeros en caer, por lo
que a pesar de que cobraba una prestación de la Seguridad Social, tanto su mujer comosu hija
que eran funcionarias del Estado le perdieron el respeto ya que le consideraban un fracasado sin
ningún valor personal.
A Ramón lo que más le dolía era sentirse rechazado por su hija Clara, sobre todo cuando
recordaba lo mucho que habían estado unidos cuando ella era pequeña. Y fundamentalmente
por esta razón, para recuperar el aprecio de su hija el representante no cesaba de buscar un
empleo, el que fuese, y de tener entrevistas con diversas empresas que solicitaban personal,
aunque sin ningún éxito, puesto que éstas querían a gente más joven que él.
Al fin después de remover cielo y tierra, fue a parar a una empresa de importación y
exportación la cual precisaba a alguien con don de gentes que supiese tratar con los clientes
que pudiera tener , por lo que se le citó para tener una entrevista con el Jefe de Personal.
Mas la gran sorpresa de Ramón fue que dicho Jefe de Personal era nada más y nada menos que
su antiguo amigo de la infancia llamado Ramiro García que antaño había vivido en su mismo
barrio. Se trataba de un tipo alto, apuesto; con una sonrisa cautivadora que en su juventud
todas las mujeres que se habían cruzado con él se habían rendido a sus pies; aunque en la
actualidad su cabello negro y liso mostraba algunas canas.
Cuando ambos se reconocieron en el confortable despacho del Jefe de Personal de la empresa,
se fusionaron en un cálido abrazo a la vez que a Ramón se le humedecieron los ojos de
emoción, al rememorar aquellos sábados por la tarde de su infancia cuando él iba a jugar a la
casa de su amigo Ramiro y merendaban pan con chocolate.
Sucedía que en aquellos tiempos la familia de Ramiro que era de humilde condición social, vivía
con serias estreches económicas debido a que su padre a quien habían echado de la empresa de
Altos Hornos en la que trabajaba por haberse enfrentado de mala manera con sus superiores se
veía obligado a ganarse el pan haciendo trabajos de poca monta por un mísero sueldo.
Por tanto la familia de Ramón que se ganaba la vida holgadamente porque tenían una tienda de
Cofección de Caballero, llevada por la amistad de aquellos muchachos que habían confraternizado
en la Escuela, de vez en cuando ésta ayudaba económicamente a la familia de Ramiro.
Pero el hecho de que la familia de Ramiro fuera económicamente débil no significaba que él fuera
un tonto. Al contrario. Ramiro era un sujeto brillante, de mente abierta y bastante ambicioso. En
su juventud probó varios trabajos hasta que echó raíces en aquella empresa de Importación y
Exportación.
- Vaya, vaya... ¿Quién me lo iba a decir? En el pasado tu familia ayudaba a vivir a la mía, y ahora
eres tú quien viene a pedirme trabajo - le dijo Ramiro a su viejo amigo con cierta ironía.
- Ya ves... - respondió Ramón un tanto avergonzado.
- Si te admitimos, tendrás que estar de prueba unos tres meses, y si vas bien, entrarás en
plantilla. Aquí lo único que importa es el cliente, que es quien paga, sin entrar en ningún juicio
de valor. ¿Entiendes?
- Ya.
- ¿Estás casado?
- Sí.
- Pero no te va bien. ¿Verdad?
- Pues no demasiado.
- Es de imaginar. Es que Ramón. Tú siempre has sido un hombre idealista, un romántico muy
poco práctico. Y esto hoy en día no sirve para nada. El parentesco en una familia no significa nada
a menos que dicho pariente tenga pasta- le dijo Ramiro al representante-. Si sabes adaptarte a
nuestra filosofía, a nuestra manera de hacer las cosas, te aseguro un éxito fulgurante que te
alejará de la mediocridad, y de la oscura rutina que se enseñorea por ahí. Serás diferente al resto
de los demás. Ante todo debes de ser más simpático; y tener mucha empatía con el cliente.
- ¿Es que no te parezco bastante simpático? - inquirió Ramón sonriente.
- Cuando salíamos por ahí con las chicas, eras demasiado serio, y muy reflexivo. Esto no gusta.
Aburre a la gente. Lo que todo el mundo desea es "money", money" y placer, mucho placer.
- Siempre has sido un tipo muy ocurrente, y ambicioso.
- En efecto. Por eso no me gusta nada recordar mi triste pasado. Aún no he olvidado a Emi,
aquella chica que conocí en el Instituto de Estudios Norteamericanos, de la que me enamoré
como un bobo, y lo que ella me hizo.
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