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Con Antonio, resultó que después del partido, en medio de las cervezas que se siguieron tomando con la euforia del triunfo de su equipo, se apoderaron prácticamente ambos de la tertulia; ellos opinaban de las jugadas, ellos establecían paralelos, ellos despotricaban de los comentaristas oficiales y hablaban también de otros chismes ajenos al deporte; todo ello a la manera de un diálogo; parecían interrogándose uno al otro, cediéndose la palabra, arrebatándosela… y terminaron saliendo juntos del lugar, “para rematar la discusión en otro sitio”; Antonio invitó a su joven amigo, pero este se disculpó por algo que lo esperaba. Se fueron, pues, juntos Adrián y Antonio a un bar y terminaron compartiendo mucho sobre sus asuntos personales, sin dejar de mirarse a los ojos, mas solo eso, solo que cada uno encontraba al otro agradable. Claro que Adrián empezó a notar algo más que los ojos: cuerpo atlético, cara bonita, motilado a la moda juvenil… Obviamente, intercambiaron números de teléfono al despedirse, porque parecían tener mucho en común. …Y Adrián no dejó de darle una última mirada cuando se alejó y lo sacudió de pies a cabeza su trasero como los de las modelos de vestidos de baño, y el ritmo con que lo movía.
Pasaron varios días y este señor se olvidó, de todos modos, del muchacho y siguió en sus actividades normales y en su intensa relación con la novia. Una noche que estaban juntos en un barcito, le sonó aviso de mensaje en el celular, vio que era Antonio y palideció de tal manera que Sabina le preguntó qué mala noticia le había llegado. “No… u-un co-compañero de trabajo recordándome ahora, en tan mal momento, sobre un regaño que nos ganamos del jefe”. Y gran novela la que tuvo que inventar sobre unas supuestas equivocaciones en un informe. Luego le pidió permiso para ir al baño y de allí le contestó a Antonio que hablarían más tarde. Al salir del barcito, se fueron Sabina y Adrián muy juntos, muy abrazados, al nidito de Sabina y allí tuvieron lo suyo, más intenso si se quiere, pues estaban estimulados por las bebidas y por escenas que vieron en la calle. Con esto, él olvidó de nuevo completamente a su reciente amigo.
Un par de veces más, el muchacho se encargó de refrescarle la memoria con llamadas y salidas juntos a tomar las cervezas; conversaban animadamente, se demostraban mutua admiración, casi que cariño y luego cada uno salía para su casa. Particularmente, la segunda salida fue un sábado al mediodía; por poco lo convence Antonio de irse juntos a un partido, pero a Adrián le pudo su sentido de fidelidad con su novia y, sin contarle de ella le sacó alguna disculpa, le prometió verlo el domingo y se fue a visitarla. Ella le tenía preparada una exquisita cena de sorpresa para felicitarlo por un ascenso en el trabajo y no tenemos que contar aquí todo lo que pasó esa rica noche. Pleno se sentía al día siguiente, no necesitaba a nadie más.
(Continúa)
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