EL PENSAMIENTO OCEÁNICO 1
Por franciscomiralles
Enviado el 15/05/2018, clasificado en Cuentos
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Un día del año 1980 del siglo XX AMADEO Vilalta que era un joven de veintitres años; alto y
desgarbado; bastante rústico, regresó a su pueblo natal de la provincia de Castellón con un nudo
en el estómago porque le tenía que dar a su madre viuda un serio disgusto. Le tenía que notificar
que colgaba los hábitos de sacerdote, debido especialmente a que en el medio religioso en el que
había estado había presenciado bastantes casos de pederastería que le habían repugnado, al
abrigo de la tradición de un catolicismo chirriante y anticuado que mermaba la fe en la que había
sido educado, y no sabía como ella se lo iba a tomar.
Era el caso que desde tiempos inmemoriales, los primogénitos de muchas familias de aquel
abrupto pueblo tanía dos opciones: o trabajar en los bancales de la hacienda familiar, o hacerse
sacerdote; lo cual esto último constituía un prestigio para sus allegados, y por extensión al resto
de la comunidad.
Cuando la madre de Amadeo, que era una mujer robusta y con una inteligencia despierta, recibió
la fatal noticia de su hijo frunció el ceño puesto que su sueño de ser venerada por los vecinos
de aquella localidad por haber sabido educar sola a su chico y convertirlo en un prelado de
repente se esfumaba en el aire. Pero no se podía oponer a tal decisión.
Amadeo que tenía el Magisterio se ganaría la vida de maestro del Estado enseñando Lengua y
Sociales en un Instituto de Vinaroz que era una población de aquel rincón de la península, y
vendría al pueblo a visitar a su madre de vez en cuando.
Precisamente aquella tarde Amadeo quería ir a ver a su amada Martina, que era una mujer dos
años mayor que él; morena, delgada; de temperamento nervioso, la cual era una camarera que
estaba empleada en un bar de alterne de aquel lugar con la que se acostaba regularmente sin
ningún problema, ya que en el sitio donde el joven había cursado sus estudios de sacerdote le
habían hecho sufrir una insoportable represión sexual que iba en contra de su exhultante
vitalidad.
Por esta razón a Amadeo le importaba un pimiento que Martina trabajase en un antro como aquel
en el que las camareras se hacían invitar por los clientes cobrándoles la bebida a un precio más
caro de lo que en realidad era por lo que ellas se ganaban una sustanciosa comisión de la casa,
a cambio de dar conversación a dicho cliente, y a dejarse manosear, o besar por él; y también si a
la mujer le iba bien acostarse con quien fuese, mientras Martina le diese el placer que necesitaba.
Cuando Amadeo terminase su habitual visita a Martina regresaría al piso que compartía con su
amigo Matías que era otro profesor de Ciencias del mismo Instituto, el cual era un tipo de
mediana estatura; y asimismo era un misántropo que rehuía el trato simplista con los demás. Por
tanto para compensar aquel comportamiento aislante se había volcado en la Astronomía.
Sin embargo Amadeo a pesar de sentirse liberado del yugo eclesiástico sentía un pavoroso vacío
interior que le producía una tremenda deshazón. Era como si hubiese desertado del seno de una
familia cuyos principios tradicionales le habían conferido una ilusoria seguridad anímica, y ahora
sólo dependía de su vacilante voluntad. Y aquella libertad le daba miedo; no sabía muy bien cómo
afrontarla. Además, esta sensación se agravaba porque carecía del sentido mundano de quienes
le rodeaban y no se identificaba demasiado con su entorno.
No obstante por mucho que se sintiera un cero a la izquierda en aquel frívolo ambiente, a
Amadeo mientras paseaba por una calle le acometió de una manera súbita y con una inusitada
firmeza una potente revelación que penertró en lo más profundo de su ser.
Dejando de lado la pueril tradición eclesiástica que le habían inculcado, la verdadera esencia de
la vida empezaba con un Principio de Energía Cósmica, en la que iba implícito un incipiente
mensaje de vida, la cual posteriormente se transformaba en un proceso biológico diversificado en
diversos niveles y sensibilidades. Es decir, que él al igual que todo el mundo; desde lo más
insignificante hasta lo más complejo, eran chispas de una misma hoguera en la que subyacía un
hálito de dar de sí que todo lo trascendía, el cual se enmarcaba en una sinuosa Historia evolutiva,
tanto en lo personal como social.
Amadeo una vez en el piso que compartía con su raro amigo Matías sintiéndose eufórico, con una
plenitud renovada, por aquel singular conocimiento se lo confió al profesor de Ciencias.
- Has pasado por una experiencia llamada El Pensamiento Oceánico - le respondió Matías con una
enigmática sonroisa-. Y aunque te parezca que eso sólo te ha ocurrido a tí; que eres un elegido
del destino, no es así. Hay un número determinado de personas que también han sentido lo
mismo; aunque no son una mayoría. Sencillamente, esto se debe a una evolución psíquica de
una generación respecto a otras anteriores.
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