Sufrimiento y aguante.

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Puso los codos encima de la barra y pidió un Ron. Se escuchaba un Reguetón canalla y había mucho humo en el Pub.

Mónica pensaba en sus ataques perversos, en sus llantos de furia, en sus desplantes, sus caprichos, sus exigencias de mantenida como un animalucho. Pensó en el constante reclamo de aquel tonto infausto. En los días oscuros, en los enormes ojos, en las penumbras esperas, en su pelo, su boca, su sonrisa. Bebió un trago del vaso de Ron, se miraba en el espejo del vaso, dio otro trago, éste fue de los complicados, como cuando te pegas un golpe fuerte y ve cosas en el aire.

El camarero le acerco otro Ron y un cenicero. Un muchacho pasó por detrás, pasó tan cerca que ella pudo sentir su olor, su calor corporal y el sólido y feo olor a perfume caro.

Pensó ipso facto que necesitaba un cambio, un cariz distinto a su porquería de vida. Puso atención en el Ron, la fatiga impidió saborearlo, degustarlo. Pidió otro.

Mónica no siempre había sido así. Al principio se llevaba estupendamente con aquel idiota. Ahora estaba muy cerca del infierno.

Antes de ver al muchacho que pasó por detrás de ella en el Pub, percibió el aroma. El muchacho se sentó a su lado. Sostenía un cigarrillo entre los labios gorditos. <<Me llamo Harry, me das fuego ¡Muchacha bella!>>. Ella le dio fuego simplonamente, asombrada. Harry se inclino hacia ella, invadió como un zote su espacio personal, acercó la boca a su oído y en un susurro lento le dio las gracias. La cara de Harry estaba como ida.

Recordó la luna junto al otro idiota, las carcajadas, las conversaciones, los paseos por la playa, los inigualables viernes de copas, las largas noches de echar un polvo tras otro…al fin, todo pasa y nada más queda el fortísimo dolor del recuerdo. Este queda tatuado en la psique por un tiempo largo.

Se alteró: no sabía cómo insinuarse a Harry, esa habilidad que tenía antaño se había esfumado. Antes de pedir la cuenta, lo miró de soslayo, ella parecía estar en otro mundo. Bajó la mirada, cogió una tarjeta del bolso, escribió una sola frase: “quieres follar ¡desgraciado!”. Agarró la tarjeta y la puso debajo del vaso de Harry.

Se fueron del apestoso Pub al apartamento de Mónica, Harry quería tocarla. Más de una vez la había encontrado con la mirada perdida. Ella fumaba y bebía, perdida en su amargo mundo. Él se acercaba, inútilmente, para empezar el casquete. En esos momentos, era imposible. Estaría lindo deshacerme de esta hija de la gran puta de una vez por todas. Mandarla al carajo…a tomar por culo ¡Estoy sufriendo! Se le puso la carita morada. Ella tendría otro ataque de resquemor: me inflaría a pastillas, me haría un tajo en alguna vena, me asfixiaría con una bolsa y por último, me pondría una inyección “liberadora”.

Pasaron diez minutos y Mónica se arrimó a Harry:  

-Harry –Dijo Mónica.

-Que –Dijo Harry.

-¿Follamos como locos? – Dijo Mónica.

-Si –Dijo Harry.

-Venga.

-Vale.

-Perfecto.

-Guay.


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