Día 1.- Llevaba una temporada demasiado nervioso. Sus problemas en el trabajo, su desorden sexual, su reciente desengaño amoroso, su soledad La ansiedad y la depresión se estaban apoderando de él.
Sintió un leve cosquilleo en el costado izquierdo, encima de la cintura. Se tocó. Tenía un bulto del tamaño de una nuez. De pronto ¡horror! El bulto parecía tener vida propia; se movía convulsivamente.
Día 2.- La ansiedad crecía. El bulto también había crecido. Tendría el tamaño de una pelota de tenis y seguía con sus violentos movimientos.
Día 3.- Su condición psicológica empeoraba. El bulto sobresalía en su costado. Era como una manzana. Parecía que algo pugnaba por salir al exterior, lo que le provocó una fuerte aversión.
Investigó en Internet. Descubrió que algunas teorías médicas apuntaban a algo que no estaba totalmente demostrado: Las manifestaciones somáticas muy perceptibles de las enfermedades mentales No se hablaba de urticarias o dolores de cabeza, manifestaciones que eran habituales, sino de excrecencias o deformaciones de la carne, en distintas partes de cuerpo. Pero no se mencionaba que estas excrecencias experimentasen movimientos convulsivos.
Día 4.- Acudió al psiquiatra. Este le auscultó, manifestando cierta extrañeza y desazón. Le recetó unas pastillas para la ansiedad y le aconsejó que fuese a ver a un médico de medicina interna.
Día 5.- Se despertó por la mañana muy nervioso y la vez, con una fuerte depresión. Notó los fuertes movimientos en el costado, como algo que trataba de perforar su piel y salir. Se quitó la ropa. Notó un olor nauseabundo que procedía del bulto. Se alarmó aún más.
Ahora la excrecencia se había transformado en un gran forúnculo de unos siete centímetros de ancho y unos diez de largo. ¡Le sobresalía diez centímetros de su cuerpo! Se movía con movimientos rápidos; movimientos laterales y fuertes estiramientos hacia fuera. Lo miró atentamente.
¿Se había vuelto loco? El forúnculo tenía una serie de hendiduras y repliegues que ¡formaban una cara!, una pequeña cara de gesto amenazante, salvaje
Se metió en la cama y no se levantó en todo el día, conviviendo con esa cosa en su cuerpo. Por la noche se amortiguaron los movimientos y se durmió.
Día 6.- A media noche se despertó sudando, angustiado. La cosa, emitía un olor pútrido y había crecido aún más. La cara era ya perfectamente perceptible.
De pronto, la cosa ¡vomitó! Grandes cantidades de vomito salieron por esa pequeña boca del forúnculo.
A medida que vomitaba, el forúnculo disminuía de tamaño y él se sentía mejor. Pasados unos minutos, la excrecencia había desaparecido por completo. Él se encontraba feliz. No sentía ansiedad ni depresión. En el suelo, un gran charco de vómito con ramificaciones verdosas y sanguinolentas.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales