El lunes siguiente, en el trabajo, le llegó mensaje de Antonio; lo invitaba a algún trago por la noche en un cafecito cercano. No tardó un segundo en marcarle para hablar de la propuesta y le aceptó encantado el sitio, la hora y demás detalles. (“Sí, yo sí necesito a alguien más y tal vez lo encontré”). No bien hubieron pedido lo de beber, Antonio fue al grano; por qué lo olvidó tan pronto, por qué lo despreciaba así, a quién más tenía… Adrián sonreía ante esta andanada y en ese momento llegaron las bebidas; intentó Antonio brindar, pero Adrián le detuvo la mano: “antes quiero tener algo claro; ¿por qué estás tan ansioso por mí, si tienes a tu compañero?” “¡oh, no! él es un amigo íntimo, sí, pero está perdidamente enamorado de un muchacho diez años menor; son linda pareja y los respeto; tú eres el que me tienes loco desde que te conocí en donde Mario” y le temblaba la voz. Le propuso, pues, Adrián hacer el brindis que los esperaba hace un ratito; el otro se serenó, alzó la copa… y escuchó estas palabras del mayor: “Por una linda relación que comienza, por que el amor no se nuble en ningún momento, por que no haya lugar a más reclamos” Quedó pasmado y los sorbos del licor le supieron a néctar de los dioses. Acto seguido, Adrián le contó que tenía una novia y la quería mucho y paró en seco para esperar su reacción. “Ah, por eso no me llamabas; pero ya no tienes escapatoria, ya me has hecho promesas en este brindis, que no puedes romper”.
El muchacho supo de la novia, pero a esta, Adrián no pensaba contarle de Antonio ni por equivocación. Se siguió encontrando con ella los sábados y otros ratos en la semana, como de costumbre; con el novio, se encontraba los domingos por la tarde, casi que únicamente los domingos. Cuando tuvo tiempo de reflexionar sobre lo que estaba haciendo, vio que sentía igual pasión por ambos; que no sentía ninguna merma de energías el domingo para estar con Antonio después de haber tenido una noche loca con Sabina; que tenía palabras amorosas y sinceras para hablar por teléfono con uno de los dos después de haber hablado con el otro. Hasta se sentía extraño de tener esta doble relación, que no era lo mismo que tener dos mujeres, lo usual en muchos de sus amigos.
Sí había algo en que se diferenciaban sus devaneos con uno y otra: con ella, de frente; con él, por el lado opuesto. Y, por cierto, por ese lado opuesto nunca hubo la posibilidad con ella, porque desde la primera propuesta (tímida y vergonzosa) ella se negó rotundamente (aunque las propuestas subsiguientes no fueron tímidas ni vergonzosas y estuvieron acompañadas de recursivos argumentos, siempre rechazados). Bueno, otra diferencia en la relación fue que con él comentaba mucho sobre ella; pero con ella estaba inhibido para hacer comentarios sobre su adulterio con el otro. Adrián se veía a sí mismo como un adúltero; no estaba casado, pero su íntima unión con ella no debería permitir otras relaciones amorosas. Sin embargo, meditando más a fondo, él se pensaba como un ser que tiene tanta vida que no alcanza a compartirla completa con una sola persona.
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