Después de viejo, me gustan las carajitas

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Que si, que ahora de viejo me gustan las carajitas. Porque antes cuando era más joven (nótese el más) me gustaban las maduras por aquello de aprender y no voy a negarlo, a las maduras les gustaba yo.

Ahora soy yo el que quiere enseñar. Y si, también alguna cosa nueva ser puede aprender. Porque si porque está rico conseguirse una que le aprenda a uno todas las mañas, porque sea lo único que conocen o casi.

Las maduras tienen su encanto claro. Y es verdad que andar en plan profe todo el tiempo puede ser agotador. Pero tiene su recompensa.

Mi carajita de ahorita tiene 22. No era virgen cuando la encontré, pero si tenía unos cuantos malos polvos encima. Y llegué yo para que se diera cuenta que otro sexo es posible.

Ajá, pero a lo que iba, tiene su recompensa... por ejemplo... Aprendió a chuparla conmigo (o eso me dice pensaran ustedes). Y lo hace claro como a mí me gusta. Como le enseñé. Y eso además me tocó convencerla, era medio reacia, que le parecía cochino, que algún tarado intento obligarla.

Mi receta para el éxito: cariño, paciencia e insistencia. Y argumento también. Por ejemplo, qué pese a la mala prensa una buena mamada no es un acto de sumisión. Sino de control. De control de la mujer al hombre ,claro. que lo tiene allí a uno a su disposición, vulnerable con ganas y con la posibilidad de quitar y dar placer. Esa idea de poder la sedujo. Le dió suficiente curiosidad como para empezar a probar.

Y probó y le gustó. Le gustó comprobar como mi cuerpo reaccionaba, cómo me controlaba para su placer. Y reía.reia con picardía de los logros alcanzados.

Yo le di mi receta para una buena mamada. Si, como si fuera para cocinar. Le mandé lecturas para la casa. Pero claro nunca se trató de hacerle un examen... simplemente llegó un día. En uno de nuestros encuentros en que finalmente lo hizo.

Me agarró acostado como hacía siempre para masturbarme. Mientras estábamos los dos desnudos en la cama empezando a jugar con nuestros cuerpos. Besándonos en distintos lugares llegó sin previo aviso. Simplemente sentí su lengua pasar desde mis testículos hasta mi glande. Una sola y firme pasada que me hizo estremecer...

Me miró para ver mi reacción y prosiguió. Bajó el prepucio, besó la punta de mi glande y chupó atrapando con sus carnosos labios por un instante mi pene. Sonrió y se detuvo de nuevo para ver de nuevo que hacía yo, para escuchar mi gemido de placer. Con firmeza agarró mi miembro que empezaba a endurecerse y empezó a darle pequeños besos y chupadas. Recorriéndolo con delicadeza. Hasta que me mordió y soltó una risotada. Acto seguido se lo metió en la boca y empezó a chupar con mayor fruición y avidez. Más fuerte y más rápido. Golpeando con su lengua mi erección. Sorbia mi miembro y se llevaba mis testículos a la boca, uno primero, el otro después. Para luego volver al subir hasta la cima y atraparlo todo con su boca. Buscaba y miraba mi reacción. Se detenía para que yo le rogara que no parara. Y volvía a empezar alternando entre la mamada profunda y la chupada cortita. Buscaba ya sin duda mi reacción final. Jugaba con mis tiempos, pero ya no paraba cuando la explosión llegó se apartó para ver toda su potencia y como dejaba todo lleno de mi goce.


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