Si ambos fuéramos lluvia, él sería una llovizna, tranquila, acogedora, y yo, yo sería un huracán que destruye todo a su paso.
Así me decía él, su huracán, su tornado. Un gran desastre natural, que detrás de todo el caos que causa, logras observar su impactante belleza, que no puede ser apreciada a los ojos de cualquier mortal.
Yo deseaba ser más una lluvia en un día de verano, algo neutral y simple. Más el decía que amaba los desastres naturales, así como yo.
Un día sin más, se fue de mi lado, decidió seguir su camino con una persona que se asemejaba a una brisa de otoño, y no lo culpe, solo pocos pueden amar el caos y la decadencia.
Y así como un huracán, después de la tormenta simplemente me desvanecí, desaparecí, llegando con mayor intensidad en la siguiente temporada de lluvias.
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