Incorpóreo, peregrino, errante, con tus ráfagas mueves el aire, suave brisa, ondulante caricia de hojas y flores, en acompasado vaivén te deslizas suave.
Irrupción inevitable, bautizados con propio nombre, conocidos, esperados pero no deseados, temidos suma de vientos, iracundas tempestades.
¿Dónde anida tanta fuerza, dónde duermen los vientos?
Se despiertan en nuestros sueños, arpegian con elementos, armónicos acordes en fantasmal concierto.
Gargantas francas de impostadas voces, plañideros solos, ya angelicales, ya feroces se juntan en improvisados coros.
El viento empuja, insiste, arrastra, involuntarios bailarines siguen su danza.
Tus briosos soplidos, figuras esculpen, destreza sin manos, etéreo gigante, adornan el cielo con formas las nubes.
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