Almudena se miraba al espejo cada mañana, cada tarde y cada noche. En verdad se miraba cada vez que se topaba con un espejo, como buscando algo que siempre ha tenido en el bolsillo y no lo encuentra.
Almudena Ramírez Mora, muchacha de veinticuatro años de edad, de mediana estatura, ni delgada ni gorda, normal, atractiva. Semblante extraordinario, poseía una jovialidad inusitada, una belleza natural que podía cambiar algunas cosas. Siempre bien vestida, una decencia anormal, descomunal y un saber estar que, hacía que más de una se arañara la cara. Era tal la beldad y el donaire que, no podía tener amistad con nadie. Una vez de adolescente una prima hermana de Almudena llamada Susana con mal color de cara y fofa, que le tenía una inquina insoportable a la longitud de sus piernas, le puso en el bote de champú, gel de depilación, y cuando terminó de ducharse y se miró al espejo se le había caído el cabello. ¡Todo un escándalo! Hechos como estos se había formalizado en su vida y lo que es peor aún, en el seno de su familia. En otra ocasión, Almudena tan risueña y natural como siempre, vestía unos vaqueros ceñidos a las piernas, una camiseta corta hasta el ombligo dejando el pequeño tatuaje a la vista <<Tengo ganas de reírme de ti, de tu tatuajito, me ha llegado la hora>> le dijo una amiga de toda la vida, con un pañuelo empapado en gasolina y un mechero “clipep” le quiso meter fuego en el vestuario del polideportivo, en donde practicaban balonmano, no lo consiguió Dios sabía por qué, aquella vez una tímida desconocida evitó la catástrofe. A pesar de todo, la soledad señoreaba su mundo, aunque ella no lo veía.
Almudena era profesora de preescolar, trabajaba en una escuela, dando clases a niñas y niños, iba y venia, aparentemente parecía que su vida estaba llena. Pero no, Almudena se martirizaba. Su verdadero problema estaba en ella misma; Almu era ese tipo de chavala que solo se fijaba en los hombres que le gustaba. Alguna experiencia le hacía creer que era una mujer fea, despreciable, garrote. Ella se miraba al espejo a cada momento, intentando demostrarse que estaba equivocada ¿Cómo era posible que una mujer tan noble y bella, con un trabajo decente, pudiera estar perdida mentalmente? ¿Quizá el subconsciente le estaba dando la cara, ahora? ¿Quizá sus adentros ya no aguantaban más, de las vivencias recibidas de chica? Pero todo iba a cambiar en su existencia; las tardes de mierdas en solitario, el estilismo del independizado; como los pijamas con agujeros, los calcetines largos anchos gastados por los talones y esas bragas que se meten por la raja del culo cada dos por tres.
Almu se estaba enamorando de un amigo de la infancia, un peluquero con éxito. Llamado Borja, desde hacía unos meses. Este Borja siempre estaba detrás de ella, cuando eran chicos, como un bonito perro faldero, y ahora era ella quien estaba detrás de él, para que veas cómo son las cosas, como cambian. Solo lo sabía ella, evidentemente, puesto que ella no tenía amigos a quien contarle nada. Almu se motivaba, se ilusionaba pensando en una posible relación junto a él. A veces cuando leía, en plena lectura pensaba <<Cariño córtame el pelo>>. Solo eran sueños despiertos, sobre una hipotética realidad.
Cada vez estaba más convencida de que Borja la escucharía y accedería a tener una conversación seria. Efectivamente, ya no había quien parara a Almudena, era tal la ilusión que dejó de hacerse estúpidas preguntas e idiotas y absurdas conjeturas. Aquella tarde, antes de salir se miró de nuevo al detallista espejo, donde se ven cosas que no son y se vio cambiada ¡¿Cómo se podía ver cambiada ahora? ¿Qué explicación hay a esto? ¿Tiene el ser humano capacidades para explicar esto?!. La imagen que veía en el espejo, era totalmente distinta a la habitual. Decidida salió a la calle. Borja tenía la peluquería en el centro de la ciudad, justo al lado de la plazoleta. Borja o Borjita, como lo llamaba toda la gente, era un chaval hablador, como no podía ser de otra manera siendo peluquero, tenia cuerpo espigado, de piernas largas enclenque, pecho hundido, cara amarillenta lisa, ojos grandes con pupilas a cangrejadas, o sea cada vez más chicas y una perilla con largos y quemados pelos. Por lo visto este tipo de perillas están de moda, yo no lo sabía ¡es horroroso, la verdad!. Bueno, Almu estuvo pensando mientras caminaba hacia la peluquería. A veces creía que tendría posibilidades con Borja y a veces no ¡Tenia una desconfianza en ella misma brutal, con lo hermosa que era! Era todo un cacao de hipotéticos escenarios ¡era un sin vivir! <<Esto de estar enamorada me está matando…mis nervios cada vez son más agresivos>> se decía Almu, poniendo en duda si el amor tan a pecho era bueno o no. Llegó a la peluquería y estaba llenísima, había un montón de grandes y extrañas cabezas llenas de malos pelos. Había un hombre entrado en edad que estaba recién sentado en la silla para ser pelado que le decía a Borja:
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