Erotismo innato

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Tengo 40 años, se supone que a esta edad ya somos maduros, centrados y contamos con una meta establecida en la vida. Me da lástima reconocer que he nacido a la vida apenas hace 10 años, por malas decisiones que hice debo aclarar.

Haciendo un recuento de mi vida descubro que la sexualidad viva siempre estuvo en mí, aún cuando era pequeña y carecía de malicia, por angas o mangas siempre observaba el acto sexual en los animales, y por alguna extraña razón, que aún no me explico, siempre me tocaba estar en el lugar donde los animales se ponían cariñosos y comenzaban a copular; empece viendo perros, gatos, gallinas, chivos, moscas, pájaros, tortugas, etc, todo hacia donde volteaba a ver tenía ganas de reproducirse.

Con esas imágenes en mi mente era bastante frecuente tener sueños húmedos y eróticos, tengo muy presente la primera vez, tendría alrededor de 10 años cuando un sueño me despertó en medio de la noche, recuerdo claramente lo que sentí, era una necesidad imperiosa de apretar algo entre mis piernas porque había una extraña causa muy pero muy agradable  que generaba una sensación, era como una desesperación, una necesidad, sentía contracciónes muy placenteras entre mis piernas, ignoraba entonces que ese fue el momento cuando tuve mi primer orgasmo.

Pasaba el tiempo y esperaba ansiosa que me visitara esa extraña desesperación, así pasaron algunos años, no recuerdo cuando me enteré lo que aquello era en realidad. 

Justo cuando estuve en la preparatoria, cuando era toda juventud, piel tersa, pechos turgentes, cadera y trasero generosos pero con una mirada inocente y brillante cuando empezó la curiosidad a crecer y a apoderarse de mí. Quise conocer que se sentía un beso, pero no cualquier beso, yo quería un beso cachondo, lleno de saliva, lenguas enredadas y sentir el sabor de la saliva de la otra persona, creo que ese es el inicio de que me guste tanto besar.

Y sí, sucedió una noche  en la que viajaba en un camión que se dirigía a mi pueblo después de haber pasado toda la semana en otra ciudad estudiando la preparatoria. Él era un chico promedio, muy moreno para mi gusto, se llamaba Agustín, yo sabía que le atraía a él mucho secretamente pero no se atrevía a decirmelo; esa noche coincidimos en el asiento del autobús, serían alrededor de las 8:00 pm, pero ya obscurecía, hice lo que sabe una chica hacer para dar ha entender que puedes pasar a primera base con ella, él no se hizo del rogar y me plantó semejante beso, húmedo y salivoso como yo lo deseaba, me dejé besar con los ojos bien abiertos y sentí su lengua paseandose por mi boca, me dí cuenta que era demasiado intenso ese evento para haberlo hecho con alguien que ni siquiera me gustaba, pero bueno, me sirvió para estar más consciente y poder vivir esa experiencia prácticamente sin los efluvios del amor, solo la sensación pura y dura.

Han pasado tantas cosas desde entonces y sin embargo algunas veces aún me siento esa niña de ayer, he cambiado sin duda alguna, sin embargo mis amantes aún pueden percibir en mí esa tierna niña que está por ahí oculta en mi psique y que a veces se asoma.

Ha dolido crecer, también lo he disfrutado, he estado confundida y un innumerable de emociones más, en fin, estamos vivos y de eso se trata, de esos pequeños fragmentos que van hilándose y van formando algo a lo que llamamos vida.

 

 

 


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