En el año 1982 Arnau Vives se hallaba absorto contemplando desde el umbral de la tienda de
Confección de caballero en la que trabajaba de encargado; aunque dicho sea de paso él de
vez en cuando en sus ratos libres también se dedicaba a escribir algún que otro relato que los
enviaba a revistas literarias para su posible publicación, la concurrida plaza del barrio
barcelonés San Andreu donde se celebraba la fiesta popular de Carnaval.
Mas en un momento determinado, de súbito sintió una singular "voz" interior en forma de
pensamiento que le advirtió: "Prepárate, y sal de donde estás, porque aquí va a suceder algo".
Instintivamente Arnau se refugió en el interior del establecimiento, y desde los cristales de la
puerta vio que enseguida de haber recibido aquel misterioso aviso de funestas connotaciones,
se hizo un remolino de gente embargada por una desatada violencia que gritaba presa del
pánico. A continuación, dos sujetos - un hombre y una mujer- cayeron a los pies de Arnau
forcejeando entre sí, mientras que alguien gritaba: "¡Policía, policía!" Al momento se
presentaron dos agentes de la Guardia Urbana quienes tomando a la mujer por el brazo, y a
su compinche el cual trataba de escabullirse por debajo de un coche aparcado junto a la
calzada, los esposaron y se los llevaron a la Comisaría más próxima. Al parecer eran dos
rateros que habían dado un tirón al bolso de una viandante.
Arnau estaba completamente atónito por aquel "aviso". Pues él a pesar de considerarse un
hombre racionalista no había caído en la cuenta que en realidad era más sensible de lo que se
imaginaba porque solía emocionarse con facilidad con ciertas canciones que escuchaba, o con
muchas de las películas melodramáticas que veía; razón por la cual en algunos momentos
álgidos se le había abierto una "ventana" en su inconsciente llamada Percepción
Extrasensorial, y éste cumpliendo una función de radar había captado información de hechos
que se iban a producir en el futuro sobre todo por medio de la telepatía con los seres más
queridos, sea mediante unos sueños, o aquella singular "voz" interior. Y si este fenómeno se
daba fundamentalmente con las personas que Arnau simpatizaba más, era porque el lado
emocional de éste sintonizaba con fuerza, como haciendo de puente con la sensibilidad de
quienes sabían comprenderle.
Para algunos sujetos muy espiritualistas aquel mensaje que Arnau recibió en la entrada de
aquel comercio venía del tradicional Ángel de la Guarda, sin embargo lo más probable fuese
que se tratase del Inconsciente Colectivo que gravitara del ambiente callejero, cuya
información fue recibida por el YO consciente del joven.
Al final del día Arnau tenía una cita con su vieja amiga Montse García que además de ser la
hija de una familia acomodada de Barcelona era toda una sibarita tanto en el aspecto
culinario, como a la hora de elegir un espectáculo. Era una chica morena, y muy risueña que
trabajaba en un buen hospital de la ciudad. Y si aquella pareja no funcionaban bien en cuanto
a lo sexual, sí en cambio se entendían a la perfección en el área personal y cultural.
Se había dado el caso que Arnau conoció casualmente a la enfermera en la cola de un cine, y
él le confió un desengaño amoroso que había tenido con otra mujer; por lo que Montse llevada
por su afán de ayudar a los demás se implicó a fondo para ayudar a su amigo a salir de aquel
bache emociona. Pero de este primer encuentro hacía ya dis largos años.
Precisamente aquella noche Montse con su habitual entusiasmo le propuso a su amigo Arnau
de pasar una semana de vacaciones en un pintoresco pueblo montañoso de Camprodón
llamado Sietecasas, de la provincia de Gerona, y como es de suponer él aceptó de buen
grado.
Llegado el día una vez que la pareja se hubo acomodado en un hotel de aquel rústico lugar, y
tras el almuerzo, a media tarde fueron a pasear por las inmediaciones del pueblo, y cuando
se detuvieron a descansar bajo la copa de un roble mientras contemplaban aquel apacible y
bucólico atardecer de un iridiscente cielo, Arnau preguntó a su amiga:
-¿Y tú por qué te has hecho enfermera? En los hospitales se ven muchas desgracias.
- Es cierto. Pero yo quiero aliviar el sufrimiento de los demás - respondió Montse-. Eso me
hace ver que no soy tan mala como pretende hacerme creer mi familia- dijo, puesto que ella
a pesar de que quería a sus progenitores se discutía a menudo con ellos porque no le
comprendían su talante inconformista y liberal.
- No. Tú no eres mala. Tu manera de ser abierta y sincera, se confunde con el más
irresponsable libertinaje. Pero mira. Ahora cuando regresemos a Barcelona, escribiré un relato
inspirado en este magnífico viaje. Y tú serás la protagonista - le dijo Arnau con una sonrisa.
-¡Ah! ¿Y me lo dejarás leer?
-¡ Pues claro!
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