Aquel mismo fin de semana al sensible Arnau le tocó llevar a sus dos sobrinas pequeñas al
Parque zoológico a ver las fieras. Iban por aquella zona rodeada de césped y palmeras
deteniéndose ora en un departamento, ora en otro viendo a los animales que se exhigían allí,
y las sobrinas reparando en una máquina de fotografiar que llevaba su tío colgada en
bandolera, le instaron a que las fotografiase junto a un recinto donde habían unos primates
comiendo chucherías.
Arnau solícito se dispuso a complacer a sus sobrinas; accionó el dispositivo del aparato y al
momento salió la foto revelada. Lo que el hombre no se esperaba ver era que justo al lado de
sus sonrientes sobrinas apareciese un poco borrosa la presencia de su desaparecida amiga
Montse.
Arnau más blanco que el papel les mostró a las niñas la foto, sin señalarles quién era aquella
figura fantasmagórica.
Efectivamente a principios de aquella semana Andrés presentó a su amigo Arnau al
investigador de fenómenos inexplicables en su casa que estaba situada en Sarriá, que es un
elegante pueblo colindante con Barcelona. Éste era un sujeto alto y delgado llamado David
Sanchís que llevaba puesto un jersey negro de cuello alto, y unos pantalones del mismo
color dando a entender con aquella informal indumentaria que estaba rn otra onda distinta
a cualquier convención social. Éste recibió a los dos amigos con una educación exquisita, y
enseguida les invitó a que expusieran el motivo de la visita.
Arnau tomó la palabra, y le contó a David Sanchís todo lo que le había acontcido. Desde la
misteriosa "Voz" interior que oyó en la tienda de confección, hasta lo que le sucedió a su
difunta amiga Montse, la cual se había quitado la vida con una sobredosis de barbitúricos en
un hotel de un pueblo de la Costa, hasta la aparición espectral en la foto que hizo a sus
sobrinas en aquel parque, por lo que el joven se sentía muy desconcertado.
Seguidamente el parapsicólogo de un cajón de su escritorio sacó una máquina de fotografiar
con un carrete nuevo, e instó a Arnau a que fotografiase un jarrón que había encima de una
mesita que había en un rincón. El visitante obedeció, y justamente la foto mostró junto al
mueble la presencia de la malograda Montse. ¿Se trataba del alma en pena de la chica que
seguía a todas partes a su amigo?
Acto seguido el parapsicólogo fotografió con la misma cámara dicho jarrón, pero la figura de
la enfermera brillaba por su ausencia.
- Bueno, tal vez tu amiga no quiera saber nada de mí - dido David bromeando-. El fenómeno
de la foto es muy similar al célebre caso de los años 60 del fotógrafo americano Ted Serios,
que plamaba sus pensamientos en su cámara; lo que había en su mente. Tú aprteciabas de
veras a esta mujer y por eso la tienes presente en tu pensamiento, por lo que ha salido su
imágen en la foto que has hecho tú.
Entonces el investigador quiso comprobar el grado de percepción extrasensorial que Arnau
pudiera tener; éste estuvo de acuerdo y ambos se adentraron en el interior de una habitación
de la casa en la que había una silla y una mesa vacía. Una vez que Arnau se acomodó en el
mueble, David le sometió a un estado de relajación. Una vez que el visitante hubo entrado
en una fase mental de duermevela, David le iba mostrando las famosas cartas ZENER que las
había inventado en los años 20 un psiquiatra noreamericano llamado Karl Zener, en
colaboración con un colega llamado Joseph B. Rain, en las que habían sencillos dibujos tales
como cruces, ondas, y cuadrados. Arnau por tanto tenía que adivinar mentalmente por su
aguda intuición un porcentaje elevado los dibujos de las cartas. Y se demostró que el
impresionable Arnau tenía un alto grado de dicha percepción extrasensorial.
- Vaya, por lo que parece yo soy propenso a tener de vez en cuando fenómenos de
transimisión de pensamientos con otras personas - le dijo Arnau al parapsicólogo-. ¿Y eso es
todo?
- Es bueno dejarte guiar por la intuición, que te puede ayudar a no meterte en situaciones
nefastas; aunque lo correcto es poderlo constatar con la razón - respondió David.
- ¿Y existe la posibilidad de que una energía, una parte oculta del ser humano pueda
trascender hacia otra vida? - inquirió el visitante que en el fondo era la cuestión que más le
importaba.
El parapsicólogo le mostró una barra de hierro que estaba dentro de un tubo de vidrio que
estaba totalmente retorcida por el poder de la mente de una mujer andaluza, cuyo
experimento se había hecho ante otros tantos investigadores.
- Es posible que haya una energía humana como la que ha torcido esta barra de hierro, que
contenga un estado de ánimo de quien sea que vaya a otra dimensión.
Arnau pasaba por una mala racha, porque a las pocas semanas de haber ido a visitar a aquel
parapsicólogo, sufrió un ataque de apendicitis aguda, y tuvo que ser intervenido
quirúrgicamente en el hospital en el que había trabajado su gran amiga Montse.
Tras la operación, que fue muy bien, el paciente fue trasladado a su habitación, y cuando a
penas hubo vuelto en sí de la anestesia, notó que a su lado había "álguien" que velaba por
él.
- ¿Quién eres? - preguntó Arnau a la figura.
La figura irradiaba una diáfana luz en todo su entorno; mostró su rostro y Arnau si ntió una
punzada en su vientre porque reconoció a su amiga Montse.
- ¡Eres tú! - exclamó él.
- Pórtate bien - dijo la presencia, que daba la sensación de querer seguir con su trabajo de
cuidar a los enfermos.
Cuando Arnau se hubo recuperado y se lo contó al parapsicólogo David, éste le contestó:
- En los hospitales suelen pasar muchos casos así. Unas veces son huellas psíquicas de gente
que ya no está aquí, pero otras... sugieren una vida sobrenatural. Y es que la materia y la
energía ni se crean, ni se destruyen, sino que se transforman.
Y Arnau sonrió esperanzado porque pensó que al menos su amiga Montse podía vivir de otra
manera a la de la Tierra.
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