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Recuerdo su par de piernas, el deseo que me embriagaba como fuego. Sus senos manantiales, sus caderas hermosas, su sexo fantástico. Era Gissel de un cuerpo etéreo, bello. El mar se extendía a lo ancho, La Luna en lo alto junto a las estrellas y yo navegando por el cuerpo de aquella sirena de ojos miel, descubriendo cada rincón. Tirados en la arena en la oscuridad de la noche. Besaba cada uno de sus poros, la suave música del oleaje perfumaba sus deseos más exquisitos. Me tomaba por la espalda como si fuera una barca para su salvación. Nuestros se cuerpos se encontraban, alucinantes y tambaleándose, amándonos y disfrutando de nuestro momento.
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