Se ve que el buen tiempo que teníamos, me estaba animando un poco. No os creáis que mucho, pero un poquillo sí. Por las mañanas salía más tiempo a la calle. Creo que mi hija, tenía unos días libres y aprovechaba para salir “un ratillo” conmigo. Y eso, aunque a más de uno o una no le gustase, me revivía. Y fíjate lo que hacíamos. Ella venía hacia las diez y media. Si me habían levantado, me ponía una pamela de paja que me resguardaba del sol y así no me picaba la cabeza. Bajábamos por el camino de los colegios, en esta época del año en completo silencio. Nos sentamos en el banco que estaba enfrente de una villa, adornada de inmensas matas de hortensias, de tonos rosas pálidos. Disfrutaba viéndolas. Disfrutaba de esa paz, de esa tranquilidad, de ese aire puro, proporcionado por la numerosa vegetación que nos rodeaba.
Había días que me quedaba dormida y hasta roncaba en plena calle, según me decía mi hija. Cuando me despertaba, me miraba, me abrazaba y me besaba. Yo le intentaba abrazar con mis flacuchos brazos en un intento de decirle que aún estaba allí, con ella, que contase conmigo para, al menos, me hablase de sus cosas. Lo hacía. Me contaba que tenía ganas de jubilarse, de hacer cosas nuevas, de no estar tan presionada por sus horarios…. Yo pensaba, quizás egoístamente, que bien podría jubilarse hoy mismo, porque lograba hacerme reír con sus ocurrencias. El tiempo pasaba muy deprisa y sin darnos cuenta era la hora de retirarse. Subíamos la cuesta muy despacio. Yo pensaba, que era, porque ella estaba cansada, pero no.
Quería retardar mi llegada al convento, y esa, era la única manera. Llegábamos y el auxiliar de turno, me acercaba a mi habitación. Para mí, ya se había acabado el día. Esperaba el día siguiente, confiando en que hiciese buen tiempo y pudiéramos dar ese paseo que tantos beneficios me aportaban. Y así me quedaba dormida, una vez más. Solo me interrumpía el sueño vespertino, la llegada de mi yerno que últimamente venía solo. Su mujer, o sea, mi hija, hacía tiempo que no aparecía. En su día, me dijeron que solo aparecería él, pero no me acuerdo porque, no le di importancia. Agradecía que viniera, aunque hiciera la “visita del médico” y yo estaba casi siempre dormida. Algo es algo, pensaba.
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