Denunciar relato
Qué inmensa es la cárcel de quien no trabaja, no hay muros ni rejas, en cambio las horas como la prisión sin piedad aplastan.
Encierro sin trabas, manos caídas. Castigan el alma, desperdicio de vida que en ociosos momentos se dilapida.
Opresión del afuera, eco en el adentro que se refugia en el miedo, pudor ante otros, escaso dinero.
Romper las cadenas, simbólicas por cierto, necesidad de fuerza, confianza, aliento.
Preguntas, reproches, mirarse al espejo, ver esas lágrimas pugnando por purgar el sufrimiento.
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