Tierra Ninja (4ta Parte)
Por Piranna Lector
Enviado el 31/05/2013, clasificado en Intriga / suspense
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7. A la mañana siguiente, en el mar se podían ver un parde navíos a lo lejos, pero aproximándose al pueblo. El viento era fuerte en esta mañana; se miraba la rapidez con la cual los barcos se dirigían hacia el pueblo.
En los dos barcos no tripulaban más gente que los navegantes, que con arduo esfuerzo coordinaban las velas, dándole dirección al los barcos, que ante todo se determinaban a llegar a la costa.
Si alguien era precavido, era el Maestro. Sabiendo que probablemente los barcos serían de importante uso, en las circunstancias en las que estaban. Los puertos no estaban muy lejos unos de otros, y esta vez tomaron solamente tres horas de transcurso para llegar.
El puesto de jefe de vigilia cayó como anillo al dedo, y el joven Joko muy alerta salía hacer rondines con sus escoltas; llegando a los puntos de relevo, dando instrucciones de posicionamiento a su cuadrilla. Esta vez no tuvieron que ir tan cerca del enemigo para poder divisarlo. Muy temprano Joko mando a un comando para que desde una colina y encimados en lo alto de un árbol tuvieran en vista a los Shogunes, que permanecían en la misma posición que Joko reportó un día antes. Se miraba a toda aquella masa de hombres armados y en filas; las armaduras de color rojo se miraban uniforme, y con destellos violetas reflejaban la luz de sol.
Joko mando a un relevo con el informe de posición hacía la casa grande donde el Maestro discutía la situación con los demás encargados. El joven cabalgante entró rapidamente y sin rodeos dijo la posición del enemigo al maestro. Maotan dio las gracias y se retiró no sin antes decir:
_Dile a Joko San que continúe mandándome el informe cada tres horas y si mira movimiento que mande el informe lo más rápido posible,_ el Maestro lo despidió y luego se retira hacia su carpa.
8. En la costa más al sur, donde el los Shogunes yacían ordenadamente, navegaba el pequeño barco que había sido del viejo Kutto. Ahora unos tipos medios rancios y feos lo utilizaban para proveerles comida a los Shogunes. El barco de buen esqueleto era tan ágil y pronto lograban el objetivo. Las provisiones eran sustentables, haciendo que el establecimiento de los guerreros del Shogun permaneciera en la misma posición; al parecer planeaban algo; probablemente atacarán el pueblo pronto.
Durante el transcurso de la tarde no se observó movimiento alguno, solamente el desprendimiento de alrededor de veinticinco soldados; quizá unos de esos vigilaban el pueblo desde sus escondites a lo largo del los amplios confines boscosos, sería difícil rastrearlos. Joko sin embargo mando la notificación inmediatamente.
La intuición precavida de Maotan supuso que algo era evidentemente planeado. _Sin duda esos Shogunes planean invadir pronto,_ el Maestro comentó a un substituto.
En el lunático crepúsculo ya nada se miraba, ni llamaradas, ni fumarolas. El enemigo yacía en secreto en su escondite. La cena y los tragos de alcohol eran la causa de la celebración. Vociferaciones y griteríos nublaban el ambiente en aquel oscuro establecimiento enemigo.
Pronto los soldados en descanso terminaron donde pudieron. Unos encima de otros, unos tirados en suelo, borrachos e inconscientes. Solo el macabro murmullo de las aves nocturnas era audible; el viento soplaba fuerte y arrullaba los profundos sueños de esos hombres.
Algunos de sus centinelas con la encomienda de permanecer en vigilia, eran los únicos parados, con antorchas, dando rondines, pero sin tanto arresto. La noche continuó su paso.
9. El Emperador Meiji, quien había sido puesto como figura religiosa, en la ciudad de Kioto, era ahora contrario del régimen feudal, y ordenaba todos los movimientos y coordinaba provisiones, abasteciendo de armas a sus aliados en contra del Shogun de Tokugawa. Las ordenes del Emperador Meiji eran de sacar del poder al enemigo a como diera lugar.
En la madrugada el Maestro Maotan ordena a su batallón a levantarse y a ponerse en formación. Pronto la multitud estaba de pie y formados ordenadamente. Las líneas de hombres medio despiertos llenaban los confines. La gran casa parecía mas bien un fuerte. Maotan habló en voz alta:
El Emperador Meiji, ha deliberado que hemos de ser más agresivos. El ha mandado un par de navíos, y serán indispensables, ya que mis consejeros y yo decidimos llegar al invasor por medio del los barcos. La mitad de hombres en un barco y la otra mitad en el otro, los jinetes se aproximarán por tierra y quedarán a unos cinco kilómetros del enemigo; navegaremos tres horas hacia el sur, esperando descubrir al enemigo y emboscarlo.
El contingente llegó a la orilla del mar una media hora después de que partieron de la gran casa; la organización se dio espontáneamente; los dos grupos abordaron los navíos y en breves instantes zarparon rumbo al sur. El comando a caballo no tardaría en arribar a su punto de reunión, para esperar la señal de flechas con fuego y así acercarse más a los Shogunes, listos para el ataque.
El Maestro Maotan iba en la proa (parte delantera) de la nave, como líder militar para esta operación, sin duda había logrado organizar y dirigir a todo un batallón de nuevos soldados, excepto por alrededor de los cincuenta que llegaron con él, y que ya tenían experiencia en combate. Todos a-bordo iban parados, codeándose unos con otros, expectantes a lo sucesivo. El oleaje del mar golpeaba los costados de las naves, logrando que ellas se sacudieran, salpicando agua salada en los rostros de aquellos osados revolucionarios con vestimenta azul.
Los minutos transcurrían veloces. Joko San integraba el barco donde Maotan dirigía las operaciones de asalto.
_Quiero que ustedes _ apuntando al grupo de arqueros que un guerrero llamado Kassan lideraba_se posicionen en este punto---indicando en un mapa alumbrado por un ayudante con antorcha---, y cuando miren las flechas con lumbre, se preparen y marchen dirección al enemigo, posicionándose a un margen que sus flechas lluevan sobre los cascos rojos.
Kassan solamente asintió y siguió presente durante las instrucciones del Maestro.
_Tu,_ apuntando a Joko,_ quiero que vigiles la parte sur y permanezcas en un lugar donde no seas visto, y con tus relevos comuniques los acontecimientos mandándolos inmediatamente a este punto---indicó nuevamente a un punto en el mapa.
Los pensamientos del joven Joko tornaban de la realidad a la fantasía; la cara de Yosho aparecía de sopetón en su pensar, a pesar de que él bien sabía lo riesgoso de su situación. Regresó al momento en que fue por ella en el caballo blanco, y también otros momentos que habían compartido juntos y felices.
Aproximadamente una hora antes de llegar a su destino los guerreros navegantes se cargaban de valentía; el miedo que podían sentir era rápidamente subyugado por el deseo de venganza. Joko y su hermano Motto, quien era uno de los relevos al mando de Joko, estaba en total shock; nunca había experimentado un asalto de este tipo, ni siquiera mano-a-mano; pero el liderazgo y la motivación inculcada por el Maestro hacían que todos esos hombres permanecieran ofensivos.
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