Tierra Ninja (Parte Final)

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Al ver que su hermano regresaba al punto de reunión a salvo, Joko corre hacia él y se percata de que había sido herido en el hombro con una flecha que aparecía clavada, y su punta salía por el lado trasero del hombro.

       _¿Hermano, estás bien?_ con un trapo Joko limpió algo de la sangre de su hermano, que manchaba la tela azul, y el brillo de los primeros rayos del sol la hacían centellear.

       _Solo que me arde, hermano,_ le responde Motto

       _Tuviste suerte de que no se te encajara en otra parte, eso sí.

       _Comoquiera logré tumbar a uno de ellos, al parecer un jefe.

       _Jajaja! y mírame a mí, recuperé el caballo que le robaron a papá. En el iré a buscar a Yosho cuando regrese.

       Después de levantar a los heridos, los demás soldados se reunieron en el establecimiento que los contras habían dejado instalado. Todavía había muchos pescados y jaibas en un contenedor.

       Joko pidió permiso a Maotan de ir en recuperación del barco del viejo Kutto; se le fue dado el permiso. Inclusive le dio permiso de regresar a la playa del pueblo en él, pero acompañado de su equipo de agentes. Los caballos serían llevados a la gran casa aparte.

 

11.  llegaron al la orilla de la playa, donde a unos veinte metros dentro, el barco de Kutto tambaleaba con el oleaje. Cinco jóvenes guerreros, incluyéndolos a los dos hermanos abordaron la nave. A unos dos kilómetros de distancia se miraban las dos grandes naves todavía ancladas.

       Joko y su hermano tenían experiencia en la navegación, así que soltaron el bote y zarparon hacia el norte, de regreso al pueblo.

        Los jóvenes muy exhaustos no paraban de charlar con admiración. Los acontecimientos de la batalla eran verdaderamente extraordinarios. Pronto empezaron a bacilar entre ellos. Esos jóvenes habían obtenido experiencia enfrentando al temible Shogun, pero saben que la guerra no terminaba aún.

       Motto estaba un poco dolido, pero la herida era menor y por lo tanto estaba a salvo.

       Tres horas después llegaron al pueblo. Joko entregó el barco a un pescador que miró en un barco muy pequeño; el pescador se veía humilde; fue por eso que Joko, en un acto de bondad le otorgó la nave al hombre, en memoria del viejo Kutto, quien sin duda hubiera hecho lo mismo.

       Los cinco hombres caminaron hacia el pueblo y, en menos de media hora llegaron. Los demás soldados no habían llegado todavía, ya que se habían quedado un rato más, inspeccionando en el bosque entre otras cosas.

       La noticia atravesó el pueblo de inmediato; por el momento la tranquilidad predominaba; ellos fueron recibidos como los verdaderos héroes que eran. Los cinco vestidos de azul fueron llevados a un comedor y se les colocó una mesa, en ella diferentes manjares y bebidas. Los jóvenes merendaron un rato; la plática no cesaba, enfrente de la gente asombrada por el recuento del peligroso suceso.

       Un rato después las naves llegaron a la playa, y la recepción del ejército fue aún más formal, en la casa grande. Joko se presentó también, pero solo por un breve rato, ya que el caballo blanco lo esperaba en los establos. El Señor de esa casa dio instrucciones al padre de Joko de que le entregara al joven el caballo como obsequio, bien merecido por la valentía que mostró en la batalla.

       

       Después de un largo baño, el joven se preparaba para ir en busca de su novia. Con un ropaje de seda color negro emprendió nuevamente el viaje y en menos de media hora llegaba al portal de la casa de su amada. Nuevamente emitió su silbido característico y la bella joven emergió. Tan limpia y con su pelo agarrado con un par de pasadores, esperó que bajara del animal y la recibiera. La recibió en un pegajoso abrazo y un beso; sus miradas nuevamente chocaron y volvieron a sentir el dulce afecto de siempre.

       _Debiste estar loco, al irte en busca de esos malhechores. ¿No te dio miedo morir?_ la muchacha dijo a Joko mientras le jalaba los pelos, como siempre solía hacerlo.

       _Creo que la libertad es un premio que a veces es necesario pelear para obtener.

       _¿Peleaste por tu libertad?_ preguntó Yosho.

       _Por nuestra libertad.

       _¿Me quieres?_ pregunto la joven.

       _Claro que sí,_ aclaró el joven.

       _Mentiras!_baciló ella.

       _Tu sabes que sí, para qué preguntas._ así el enamorado clavó los ojos una vez más en los de ella, y sosteniendo su mano, caminaron juntos por la arena.

       Llegaron al lugar en la playa donde la inscripción que ella dejó unos días antes permanecía casi borrada; al ver los restos compartieron las miradas. Abrazados los dos se dirigieron al agua. Agarrados de las manos y a besos esperaron un largo rato debajo de el sol naciente del aquel rebelde Japón.

       


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