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APODÍCTICA MERMA
En el teclado un espejo se ha peinado,
las pupilas fugitivas en un silbido,
tan oval como cautivos los cristales,
su recompensa recibido habrán, dicen.
Porque en vano el aire sembró lo mismo,
con la brisa de la noche en una mano,
de las flores sosegadas sin atavío,
solas, racatadas, en la cúpula del frío.
No preguntes… Solo he visto poco,
y de ello, los últimos huecos del aire,
dicen vestir al silencio hecho ojos,
y con alfileres devorar las noches.
Ahí, las mariposas están furiosas,
aunque ningún volcán se ha descuidado,
ni aún la penumbra, se angustia,
tanto como las ventanas han creído.
Más allá, las cuevas se arrodillan,
se destruyen los números del río,
los rumores cubren los ascensores,
y las avispas imitan los caimanes.
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