La chica del brillante

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Regresaba a mi casa después del trabajo, compartía el parabús con una chica que se notaba algo inquieta, aquella actitud no era nada extraña, pues vivo en una ciudad grande donde las prisas y el estrés son el pan de cada día, así que no le presté importancia, hasta que me llamó para acercarme.

-¡Hola! Disculpa, ¿Cómo puedo llegar a la avenida Pablo Neruda?- Preguntó amablemente. Tras decirle que ruta le llevaba y en que punto bajar del autobús se quedó pensativa, a lo que respondió de manera coqueta:

-No soy de aquí, no conozco nada la ciudad, ¿me acompañarías a mi destino?-

Eran alrededor de las 7 de la tarde y el sol aún brillaba, yo no tenía compromiso alguno para esa noche; pero, porqué pedirme tal favor, me intrigaba la situación.

-Me encantaría acompañarte, pero me queda lejos y me tomaría más tiempo regresar a mi casa- dije mientras yo dirigía la mirada al lado contrario, dando un vistazo por si venía mi autobús. Me doy la vuelta para escuchar su respuesta y le encuentro con su seno derecho completamente descubierto. -te pagaré el favor- me dijo con voz suave. Es entonces cuando me di cuenta de la belleza de la chica. El top blanco que llevaba puesto que, gracias a la ausencia de tirantes en su parte superior, le permitió ser fácilmente ubicado bajo su pecho, el cual era perfecto. De piel blanca casi como la tela, pasaba desapercibido a primera vista, no por ello me refiero a que fuera pequeño, aquel seno tenía un gran tamaño, sin ser enorme, pudiera tomarlo con la mano entera y apenas sujetarlo; al mismo tiempo llamaba la atención un brillante justo en el centro, destacando así un pálido pezón, del mismo color de toda su tersa piel, solo contrastada por su cabello castaño y lacio, que llegaba apenas a su cuello y hombros descubiertos por completo.

-No lo sé- dije mientras daba unos pasos alrededor de ella. Se movió un par de metros a donde se encontraba un auto estacionado, ya con su pecho cubierto, pues llego otra mujer al lugar en espera de su autobús, la cual pareció no darse cuenta lo que sucedía. Junto al auto y a espaldas de la mujer, la chica deslizó su ajustado pantalón dejando al descubierto ambas pompis, que al igual eran perfectas, voluminosas, una piel igual de tersa. No había visto mujer más bella, y el deseo de estar con ella en la cama era en lo único que podía pensar por lo que penas me di cuenta que esta chica subía uno a uno los escalones del autobús. Apenas pude reaccionar y de un salto llegué a la puerta , alcanzando a entrar. Ahí estábamos, frente a frente, nadie podía imaginar lo que el destino nos había preparado, lo que estaba por llegar.


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