Efectivamente, en la ocasión siguiente, en casa de ella, aprovechando que los padres salieron, Oscar pudo explorar a su antojo, ni siquiera afanoso por entre la ropa, pues la chica lo recibió en una falda muy corta y sin calzoncito; así que solo hubo que levantar el textil y empezar a tocar; Yanina le guiaba la mano, primero hacia los labios húmedos y luego sobre el clítoris que estaba rígido y excitado. Unos movimientos circulares sobre este rico apéndice y después unas lamidas con la punta de la lengua la hicieron estallar y mojar el asiento con el líquido orgásmico. Al tiempo, ella le estaba manoseando los genitales y también el chorro seminal humedeció completamente, en este caso, el pantalón del muchacho. Quería ella que la penetrara, pero él le mostró como su miembro ya se había reducido y no estaba en posibilidades de penetrar. La chica se lo aceptó frustrada pero radiante, mas él lo había usado como disculpa, pues solo le gustaba lo masturbatorio y no le nacía interés por entrar en mujer.
Continuaron los encuentros de ‘yo te la hago, tu me la haces’, los que disfrutaba a mares el muchacho; en el automóvil de él, en el cine, en casa de ella, en la discoteca…. Una vez les dio por hacerlo en un parquecito, al atardecer; buscaron lugar entre unos arbustos, para estar un poco escondidos, pero con la morbosa intención de ser observados al paso por algunos maliciosos. Efectivamente, en medio del agite, percibieron que los miraban a hurtadillas desde detrás de un seto florido; esto los excitó mucho y llegaron pronto a sus orgasmos, pero Yanina le pidió continuar con las caricias y observar a la pareja de detrás del seto que, llevada por el placer que les produjo el voyeurismo, se aligeraron de ropas y estaban a punto de penetrarse; cuando finalmente copularon en medio de intensos gemidos y luego se levantaron a componerse buscando que ellos los vieran, Yanina le pidió a O. H. imitar la rica experiencia de la pareja, pero él le pidió terminar de hacerle la segunda paja, pues estaba a punto de venirse y no quería que se le perdiera.
Este último evento contrarió a la chica, que veía otra vez aplazado el sublime momento de la satisfacción plena. Intentó hablarle del tema en el siguiente encuentro y solo recibió evasivas. Intentó llevarlo hacia la cópula en los siguientes encuentros íntimos y siempre debió contentarse con verlo extasiarse en medio de las eyaculaciones al aire y contentarse ella con los orgasmos que él le provocaba con los dedos. Poco tiempo más duró la relación; el día que ella le reclamó en forma directa y enérgica por su conducta y le exigió otro modus operandi, él montó en cólera y la dejó.
Ya en el principio del relato supimos el final de esta historia: Incapaz de salirse de sus narcisistas ansias de autosatisfacción, O. H. no conectó en relaciones plenas con el sexo femenino y se quedó en “lo suyo”, buscando ayuda masculina cuando lo hastiaba la rutina solitaria.
FIN
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