El final de Idelia II

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Cuando David los vio llegar al pueblo, cansados, hambrientos y sucios, supo que la paz de Idelia había terminado.

¡Hola a todos de nuevo! – gritó Miguel emocionado -. ¡He vuelto con mi familia!

Los habitantes de Idelia no se los miraban con tanta alegría y David se acercó a Miguel y le dijo que quería hablar un momento en privado con él.

¿Qué ocurre? – dijo Miguel – Mi familia lo puede escuchar también, no tenemos secretos entre nosotros. Como quieras – le respondió David -. Quedamos en que no revelarías nada de este lugar y que no volverías. Y no he dicho nada – mintió Miguel -. Pero es que nos van a echar de casa y no tenemos donde vivir, y había pensado que no os importaría que nos instaláramos aquí. Podemos trabajar de cualquier cosa y tenéis espacio de sobra. No os traeríamos ninguna molestia. No se trata de eso. Nos ha costado mucho crear esto, y es sólo para personas como nosotros. No podemos dejar que venga todo el mundo o volveríamos a estar como antes. Pero no nos puedes dejar tirados. Ten un poco de humanidad. Piensa en mis hijas, sólo son unas niñas. Tenemos que hablar entre nosotros, esto no es tan sencillo. Ya te diremos cuál es nuestra decisión – le respondió David, y se fue hacia sus compañeros -

Entonces decidieron convocar una reunión con los más mayores en el granero.

¿Qué hacemos? Me sabe mal echarlos por las niñas y por su situación, pero tenemos que pensar en nosotros. No podemos solucionar los problemas del mundo que ellos mismos se han creado, además que eso acabaría con nosotros y volveríamos a estar igual o peor que antes de Ideia. – dijo David -. No sé. No parecen mala gente, y sólo son 4, de modo que no les quedaría otro remedio que comportarse como nosotros si quieren vivir aquí. Tal vez podamos asumir ese riesgo. – respondió Gabriel -. Pero entonces vendría más gente y ya no se verían tan presionados a comportarse como nosotros y volveríamos a estar rodeados de gente agresiva como antes – dijo otro de los jóvenes -.

Finalmente optaron por dejarlos vivir allí con la condición de que a la mínima que tuvieran un comportamiento incorrecto se marcharían. Así pues, vivieron unos meses más o menos en paz, hasta que los amigos y familiares de Miguel y de su familia empezaron a aparecer, ya que antes de irse éste les había hecho un plano del lugar.

Al aumentar el número de “no nobles”, éstos se sintieron con fuerza de nuevo y empezaron a dejar de comportarse de manera “correcta”, la cual ya les empezaba a cansar bastante, reclamando sus tierras y casas y continuando con sus costumbres anteriores.

Hasta que un día, mientras Miguel, su familia y sus amigos dormían, los “nobles” cogieron sus enseres y se fueron de Idelia.

Cuando Miguel despertó vio que no quedaba ya nadie, excepto él, su familia y amigos. Los “nobles” habían huido de nuevo a otro lugar escondido, y Idelia volvió a ser un pueblo abandonado y decadente, por lo que Miguel y los suyos se marcharon de nuevo a sus antiguas ciudades.

¿Y nos tendremos que pasar la vida así? – dijo Gabriel mientras caminaba de nuevo con sus compañeros entre los montes escarpados en busca de una nueva Idelia -. Me temo que sí. Nos seguirán allá donde vayamos y nos traerán sus miserias de nuevo. Es nuestro sino. – respondió David -.

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