En la Avenida Oval había un enano de piel verdosa, vestido con ropas de color clara y brillante, tenía la mirada perdida en la vidriera de una tienda. La gente que abarrotaba la calle, haciendo trámites y comprar parecía no reparar en él.
Los enanos eran guerreros por naturaleza, pero su hobby era la herrería y la fundición, creando preciosas joyas y adornando con ellas, increíbles vasijas y cuencos de barro y otros materiales. Pero este enano no estaba mirando los precios de palas o picos, tampoco de armas ni armaduras, sino de cacerolas.
¿Acaso pensaban que los enanos no cocinaban? Ellos no se alimentaban del aire. Cocinaban y sus manjares podían competir con los chef más experimentados. Claro, puede que los platillos enanos sean demasiado culturales para quienes no acostumbren vivir bajo tierra.
El enano se acariciaba su pelirroja barba y antes de entrar se acomodó el sombrero. Fue recibido con las mejores atenciones, Un empleado recibió su abrigo y su sombrero y una joven le ofreció una taza de té.
El Enano pidió ver unas cacerolas y sartenes de hierro, con mangos labrados en plata y oro. La que más le gustó fueron las que tenían detalles artísticos que se diferenciaban de las demás. El enano regateó el precio y compró dos unidades.
Salió y encendió su pipa. Era un día radiante y solo le faltaban conseguir los ingredientes para su espléndida comida.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales