Donde ya no se puede caer más bajo se encontraba el ser más despreciable del mundo, rodeado de inmundicia y odio a si mismo. Allí descansaba su último aliento de vida. Había caído tan bajo gracias a sus errores en la vida. Nunca había hecho nada bien, sus elecciones eran siempre las incorrectas.
Nunca tuvo seguridad en si mismo. Su vida fue transcurriendo cómo la caída de un castillo de naipes, uno tras otro sin poder levantarse o quedar ninguno en pie.
No tenía sentido salir de ese pozo ya, ahí había acabado y ahí es dónde quería morir, terminar ese sufrimiento. No había esperanza para él, se había equivocado en todo, su familia, su pareja, su trabajo, en todo. Incapaz de hacer feliz ni a si mismo, pero incapaz de acabar consigo mismo, decidió buscar ayuda.
Llegó al cementerio y abatido y cansado de vivir se apoyó en la tumba de un amigo de su infancia, alguien que para él había tenido mucha suerte en morir joven. Le pidió que le ayudara a acabar como fuera, que las fuerzas del más allá se apiadaran de él y le arrebataran la vida, aunque fuera entre terribles dolores, ya no le importaba nada.
Allí arrodillado ante aquel mármol frio e inerte, se encontraba el ser despreciable, esperando su suerte. Las lágrimas caían sobre la piedra y al momento se secaban, así debería ser su muerte, rápida.
Absorto en sus pensamientos ignoró la presencia de otro ser que le miraba fijamente y con curiosidad. Ese ser sin apenas hacer ruido se aproximó hasta casi tocarlo. Su mirada limpia se posó en la figura encogida del ser despreciable. Observó sus temblores y se dio cuenta que no hacía frío, también se fijó en sus lágrimas y su pena viendo que la fecha de la lápida era de hacía 20 años. No entendía el comportamiento del ser despreciable y su curiosidad le pudo y se envalentonó para preguntarle por qué tenía tanta pena.
Aquellas palabras que oía sin escuchar le sacaron de su ensimismamiento, alzo la cabeza y vio al ser puro, joven y sin sombra de maldad que continuaba mirándolo y esperando una respuesta. Pero, ¿Qué le había preguntado?, volvió a la realidad entonces y se dio cuenta de la situación. Sin darse cuenta de su boca salió una palabra: ¿Perdona?
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