PETICIÓN DE AUXILIO

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La señorita Yoder se presentó muy temprano en la mañana, necesitaba un empleo y la empresea Transportadora La Eficaz necitaba un conductor o conductora con conocimientos generales. Cuando entró yo la saludé y ella me extendió su mano sedosa y una sonrisa muy cordial. Me presenté:
–– Pase señorita, soy Dwight Squire y es para mi un honor poder atenderla.
–– Gracias señor Squire pero prefiero que me diga Mildred. Espero poder llenar sus expectativas.

En atención a su petición le dije:
–– si las vas a cumplir Mildred, si llegaste a esta hora es porque eres lo que necesitamos

Y de verdad que me hacía falta una Mildred, 20 años de edad, 1 metro 65, delgada con unas sobresalientes y agudas esferitas en el pecho y unas caderas de lo más sensacionales. Aparte de sus estudios y su buen trato y por su puesto, la forme de sentarse con las piernas cruzadas que la hacían verse de lo más especial.

Bueno, sin más formalidades empezamos con el empleo ya que para eso estaba allí.
–– Aquí tienes tu primera tarea, estas carpetas tienes llevarlas a la contraloría, en el estacionamiento tu auto espera por ti.
–– Claro que sí señor Squire y seguro que regresaré rápido porque a esta hora no hay tanta gente en la contraloría.
–– La contraloría está como a media hora de aquí, hay poco tráfico pero igual allá te tienen que revisar los recaudos así que no será tan rápido. Si gustas puedes desayunar y una vez que regreses me entregas los comprobantes que te van a dar.
–– Entendido
Cuando me dijo "entendido" noté que lo dijo con algo de duda así que le pregunté:
–– ¿Tienes dinero para pagar el desayuno?
–– Bueno, no pero puedo decir en el cafetín que...
–– MIldred, soy de tu confianza, vamos juntos al cafetín, te pago el desayuno de ahí te vas a la contraloría.
–– ¡Señor Squire!
La volví a interrumpir:
–– Señor Squire nada, estás trabajando ¿o no?

Mildred desayunó, se fue a ser lo que tenía que hacer y yo me quedé haciendo mi parte.

Así fueron pasando los días uno tras otro y en honor a la verdad Mildred era cada vez más misteriosa para mí. Unos días se presentaba con ropa muy sexy y atrevida, otro día venía vestida de lo más formal. Alternativamente estaba de buen humor, juguetona y yo diría que hasta seductora o por el contrario seria y adusta. Mientras cumpliera con la parte laboral no había rollos en su cambio de talante.

Pero ahí no termina todo, cierto día yo estaba sobre cargado de asuntos por atender. Uno de los autos estaba en un taller de reparaciones. Había como cuatro clientes solicitando nuestros servicios y los conductores se encontraban lejos. Y lo que nunca falta, deudas por pagar para las cuales no disponíamos de finanzas inmediatas.
Cuando Mildred llega a la oficina y me encuentra revisando las gavetas de los armarios me dispensó un saludo cariñoso:
–– Hola señor Squire, ¿cómo se siente?
–– Hola Mildred, estoy bien.
Entonces Mildred ante tanta frialdad de mi parte por primera vez desde que nos conocíamos me dice con voz trémula:
–– Señor Squire si necesita que lo deje solo me retiro y por favor perdone que no llegué en el mejor momento.
–– Quédate por favor que te necesito hoy aquí.

Cerré las gavetas y me ubiqué en mi asiento al tiempo que ella hacía lo propio.
–– Dígame en que lo puedo ayudar, ¿se siente mal?
–– Me puedes ayudar quedándote aquí ya que tu sola presencia me relaja.

Me dijo que si quería más que su presencia ella podía ayudarme con masajes por los hombros o la espalda, algo que yo acepté muy agradecido. Algún rato después nos estábamos Mirando a los ojos y acercando silenciosamente y con mucha cautela nuestros rostros. Yo rozaba mi mano por sus mejillas y ella me frotaba el pecho, era algo improvisado pero genial. No había nada que decirnos mientras nos tocábamos y nos mirábamos. Algo salía de ella por esos ojitos que me dispensaban una mirada fija llena de todo el candor que la caracteriza.

Nos retiramos y fue cuando pude decir algo.
–– Mildred no quiero que esto te haga pensar que te estoy cortejando.
–– Señor Squire, eso es parte de la técnica de relajación.
Entonces volví a decirle:
–– Si gustas esta misma tarde te llevo a tomarnos algo juntos
–– ¡Claro señor Squire! Usted me ha dado muchas oportunidades así que si esto es para bien de los dos me halaga su invitación.

Claro que fuimos, pedimos unos entremeses acompañados de un vino blanco gaseoso. Llegó el momento que tanto habíamos evadido, nos besamos y eso fue algo que me alegró muchísimo. Nunca me había besado con una empleada y Mildred más que empleada se había convertido en una amiga de confianza, en una confidente.
–– ¿Sabes Mildred Yoder?
–– ¿Qué pasa ahora señor Dwight Squiere?
–– Pues que en adelante conducirás si es muy necesario, dentro de la empresa haces más falta que fuera.
–– Si eso es una distinción o es una forma de cortejarme déjeme decirle que la propuesta me hace sentir muy especial.

Tanto como que cortejarla no, pero si fue una empleada que a todo lo que era se le sumaba ahora lo romántico.


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