Sentado en aquel escalón rumiaba mi desgracia. El último mes había sido un desastre, sentía que mi vida se desmoronaba y que nada podía revertir la situación. Era la chica de mi vida, nos habíamos prometido tantas cosas y ahora todo quedaba tan lejano. Qué pronto había olvidado mi existencia. Lo nuestro transformado en un frío saludo...
Le odiaba, era culpa de él. Mi mejor amigo me la había arrebatado. Maldito. Confié en su palabra y ahora estaban los dos juntos, tonteando como adolescentes. Me la iban a pagar.
No se habían percatado que les observaba. Como dos tortolitos les vi aproximarse. Sólo tenían ojos para ellos, así que en el momento preciso no tuve más que estirar la pierna...
La caída fue tal como me la había imaginado. Menuda hostia, no tuvo tiempo de poner las manos y aterrizó cabeza por delante en pleno charco. Mientras mi ex ahogaba un pequeño gritito de sorpresa llevándose las manos a la boca, él intentaba levantarse torpemente entre las risas de medio colegio.
Qué bien sienta la venganza, sonreí, mientras entraba a clase de valores.
Sebástian Tull, abril 2018
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