El viejo nadie... (Cuento)
Por JoelFortunato
Enviado el 29/09/2018, clasificado en Cuentos
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EL VIEJO NADIE
(Cuento)
__ ¿ Ven aquella muchedumbre ?; Aquélla que se
queja bajando la mirada entre las calles sola,
desesperada con paso lento. Gris, perlada.
Arriba una nube de polvo caminaba sobre el seco
amarillo de las hojas. Un cortejo fúnebre salía de
unos árboles inquieto. Acidulado bajo el perfume.
Nadie tenía la mirada perdida, le dolía la rodilla
y ambos pies... Dejó caer la mirada con la menor
violencia posible, auténtica, primorosa en gris.
Era el mismo mes que olvidó el año pasado anotar
al pie del calendario roto. Reputado de impar.
En aquel momento todo había cambiado.
Tembló, levantóse de un salto y lentamente
se escurrió por la esquina.
Más tarde su recuerdo se acercó, se puso la mano
en el cuello, se recargó en la sombra y se marchó
sin haber dicho palabra...
Crecerá y todo el mundo se alejará de su lado ;
nunca se une a los otros, es la misma muchedumbre
de siempre... Pensé.
___ ¡ Le gusta escuchar las mentiras e invenciones
de nuevas caras, de nuevos ladrones !. Una y otra vez,
día tras día, todos los años.
Desde aquí se oyen sus gritos y sus gemidos, y tiene
el espíritu perforado de esperanza, de ilusiones del
pantano renovado, interponiéndose a la podredumbre.
Al otro lado, junto al silencio de los techos sus sueños
necesitan pañuelos, rostros del mañana lo lloran ahora.
Resulta sorprendente que solo nadie estuviera presente,
y como es que sucedieron tantas cosas sin que la
muchedumbre lo supiera, hasta que cayeron sobre ella,
y los aplastó por hurgar en la naríz de las arenas.
Le dijeron que acababan de inventar el agua tibia y
aplaudieron sin cesar, que el viento se movía y sonrieron
dudando. Pero el problema más grande consistió en
descubrir un nuevo nombre para cada cosa vieja, incluyendo
cualquier detritus al que pudieran paladear los más tiernos
incautos, esos que nacen a cada minuto con tal de salir en
la foto de moda con las orejas más prominentes.
Decían silla y el sentarse se olvidaba, caballo y una hormiga
lloraba, lápiz y un dedo tocaba una pantalla. La gente mayor
se refugió en su pasado y no pudieron encontrarla, no solo
callaban los zapatos, sino los hogares desnudos fueron
enterrados. Las sonrisas desventradas, la honestidad y el
honor nunca supieron con que se come.
¡ Los más pequeños fantasmas temblaban de miedo, no
querían morir de nuevo !...
Un girasol se negó a salir del jardín por temor a que lo secaran,
y culparan fácilmente a los plátanos deshidratados con sal de
casa quemada. Su propietario fue comisionado a ver crecer
las cebollas desde abajo. Alrededor del humo unas piedras
amamantaban un cochecito de niño feroz.
Una campana cargaba un inquieta cruz hecha de paja, y
cualquier lágrima era severamente reprimida por mil pestañas
en espera de un empleo con su salario de huesos y ecos rojos.
Allí la muchedumbre imaginaba ser feliz solo por no estar
en un ataúd desperdiciado, incluso el verano había sido
desempleado, despedido, y si acaso protestaba con
un dedo, sería hielo antes del invierno.
El viejo nadie sintió un gran alivio cuando al llegar ninguno,
tomó asiento ante la verdad de rodillas y con las tijeras
en una corbata podrida, con buen sueldo en el mejor
puesto de la más alta categoría, de la corrupción más
actualizada por su mejor compadre. El aire respirado
quedó a merced del torrente de piadosos engaños y
compasivas mentiras, apoyados por unos místicos fusiles.
El tiempo pasó volando, y el viejo nadie se hizo
indispensable, porque ninguno se había dado cuenta, y
ninguno era amigo de a quién le importa, aunque de
nada sirvió, el viejo nadie es el mismo de siempre...
Autor : Joel Fortunato Reyes Pérez.
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